El poder necesita para
ser conquistado de múltiples individuos; en España, de millones de ciudadanos,
impulsando y apoyando un proyecto, -no siempre ni exclusivamente votando,
aunque también usando el poder transformador de los votos- normalmente los proyectos
colectivos son simbolizados en un equipo, unos individuos, que aquí hemos
reducido en exceso hasta personalizarlo en uno solo. Ser el más puro o
tener razón, no sirve de mucho, tiene poca utilidad para conquistar el poder y
con él, la capacidad de mayores transformaciones sobre millones de seres serán
posibles. La necesidad de sumar apoyos colectivos ocurre en todos los niveles
sociales y no solo en lugares democráticos, también en dictaduras, o
situaciones extraordinarias, guerras… las sociedades necesitarán concentrar el
poder colectivo habitualmente disperso; dinero, fuerzas, personas, aliados… que
aglutinarán algunos individuos, no necesariamente los de mayor pureza
ideológica de cualquier opción, pero sí los de mayor capacidad para conquistar
el poder.
Dijo mi colega Jesús en
una frase sobre Peces Barba: ‘’El problema de los españoles es que abundan
muchos fascistas, franquistas, derechistas, centristas, "apolíticos",
tibios, oportunistas, acomodaticios...., y poquitos, poquísimos izquierdistas
que superen mínimamente el listón de un aceptable izquierdismo. ’’ Este
es el problema fundamental de la política, aquí y en todas partes, y en todas
las épocas.
La acción política
depende de la fuerza de la colectividad, por mucho que se trate de acciones de
individuos, lo político tendrá relevancia solo si fueran sumadas las muchas
pequeñas acciones de aquí y allá. Los grandes cambios serán siempre colectivos,
vieja idea marxista, que daba valor a los millones de personas influyendo y a
las bases materiales que determinaban e interactuaban sobre esos individuos.
Fulanito, lo que representa y las posibilidades de expandirlo, surge
históricamente en un momento determinado, en un contexto favorable en
donde existen las condiciones que determinan su existencia y proceder, existirán
bases materiales que favorecerán su irrupción y una correlación de fuerzas favorable,
habrá grupos e intereses de apoyo y aliados con fuerza similar a los contrarios
y enemigos.
A la muerte de Franco
se agolparon problemas e incertidumbres, se abrieron muchas puertas, incluso
algunos pensaron que la revolución era posible, pero eran pocos; las sendas más
plausibles, las que apoyaron mayorías ingentes de personas, las que
impulsaron fuerzas económicas e ideológicas, fueron aquellas en las que 'el mundo occidental, Europa' abría sus brazos a una democracia, el camino
conducía a la integración en sus estructuras y relaciones comerciales,
políticas, militares...
Cuando Felipe González
toma el mando en el Partido Socialista, lo hace precisamente apoyándose en no
ser el más izquierdista de todos, sino el líder que podría llevar a la meta de
gobernar, cuando el PSOE arrasa en 1982, con la figura de Felipe y el equipo de
individuos que hay detrás, incluyo a Peces Barba, lo consiguen precisamente
apoyándose en vocear que no son los más rojos del lugar, y es logrado por su
capacidad de liderazgo que incluye aglutinar apoyos económicos, políticos,
organizativos, ideológicos... Hay que contar con amplia capacidad para liderar
un proyecto y sumar voluntades que lo hagan posible que permitan ponerlo en
marcha, así que no sirve de mucho ser más de izquierdas o más listo o más puro
'en teoría o en abstracto', lo que cuenta es la capacidad de sumar
fuerzas.
Luchar por el poder requiere sumar y sumar. Son tiempo de olvidos de conceptos básicos en la democracia, mucho adanismo y ligereza, propiciado por las redes –todos se imaginan empezar, descubrir el fuego, fácilmente, sin esfuerzos, como si ‘clickear’, o asistir a una manifestación eliminaran el paro o resolvieran el cambio climático, incluso entrar a un banco y salir en cinco minutos lo llaman ocupar una empresa, eso sí, convenientemente publicitados y 'flashseados'-. A pesar de diferencias notables que enseñan los nuevos gurús, el ser humano no actúa en cuestiones relacionadas con el poder tan distinto a como actuaba cientos de años atrás, o en la Transición; hay muchos rasgos comunes que podemos recordar, aunque se cubran con ropajes modernos en el fondo serán parecidos.
La lucha por
organizar la sociedad es una cuestión de correlación de fuerzas; se trata de
grupos intentando imponer sus intereses y generalizarlos a los demás que se
opondrán, ambos, utilizando los medios a su alcance en cada momento; no serán iguales
medios en Europa que en Asia, ni en el siglo XVIII que en el XXI, pero en
esencia, hablamos de disputas por cuotas de poder. Hoy la ciudadanía no es más
crítica que antaño, en los años 60 o 70, al contrario durante los últimos 15
años se produjo un adormecimiento de pautas de control a pesar de que hoy
Internet permite a mayorías de población obtener mayor información y
comunicación en menor tiempo, lo cual posibilita interactuar rápidamente.
El liderazgo sin
apoyos, antes como ahora, será improbable de mantener, no será líder quien no
movilice fuerzas a su favor, quien no sea capaz de generar equipos que
aglutinen e ilusionen en pos de un objetivo. Por muy bueno que se crea ser,
nada transformará las vidas de la gente sin movilización colectiva, sin sumar
fuerzas que entre ellas acepten tener intereses comunes y crean puedan ser
defendidos e impulsados por un equipo con posibilidades de imponerse a otras
fuerzas. Las opciones individuales supuestamente mejores o más acertadas del
estilo, -más de izquierdas que…- valdrán de muy poco, la capacidad
política se medirá por la facilidad para sumar voluntades sin las cuales poca
actividad colectiva será posible, lo cual explica como personas más preparadas,
en teoría, pero incapaces de sumar, fueron apartadas del camino por otras menos
preparadas, en teoría. La política no solo, ni principalmente, es cuestión de
deseos o ideas geniales, sino de correlación de fuerzas.
En tiempos de la
Transición, -sucede igual ahora con actuales líderes-, se podían encontrar
muchas personas más de izquierdas que Felipe, ideológicamente puros, etc., la
cuestión es que no fueron elegidas en ninguna de las instancias políticas, ni
por supuesto en la elección última de la ciudadanía a la papeleta con las
siglas del partido, ello suscita preguntas ¿Por qué no fueron/son elegidos en
sus partidos, en sus entornos, en sus agrupaciones? ¿Los individuos por ser más
izquierdistas, son más válidos, reportan mayor utilidad a la gente? O por el
contrario son floreros de mesa camilla que no sabe dónde colocar la sociedad,
las supuestas ideas mejores ¿dónde fueron confrontadas que pudieran demostrar
su eficacia en la realidad?, ¿de qué sirven las maravillosas ideas en un país
como España, si no las defienden millones de personas?
Un recuerdo anecdótico de aquellos tiempos de la Transición puede
ilustrar las diferencias entre utopía y realidad, deseos y concreción. En
Octubre, -Comités Obreros, PLO- teníamos una política llamada ‘apoyo a fábricas en lucha’, que durante años desarrolló acciones,
métodos, organización, etc. Consistía en apoyar luchas obreras en
fábricas, talleres, bancos,… Si había un despido contactábamos y montábamos
variados tipos de acciones para su readmisión, apoyados en nuestro excelente
despacho legal y en todo tipo de acciones callejeras a la puerta de la empresa,
recabando contribuciones y apoyos, armábamos buenos escándalos, etc. Logramos
bastantes éxitos, en cuanto a readmisión de despedidos, suspensión de
sanciones, mayores indemnizaciones… pero en general no lográbamos sumar a
nuestras filas a los individuos afectados, que seguían afiliados a CCOO y UGT,
PCE y PSOE; aún cuando no les hubieran prestado apoyos en su lucha.
Para aquellos
individuos éramos demasiado de izquierdas, no querían integrarse y participar
de esos objetivos e ilusiones, así que una vez logrado su particular objetivo,
regresaban a su lugar. Estábamos muy cerca de sus intereses inmediatos y se
aprovechaban de nosotros para mejorarlos, pero quedábamos bastante alejados de
sus intereses globales, de su cosmovisión de la vida, de sus sueños e ideales
sobre una sociedad futura.
Una vez
instalados en la vida diaria los problemas tienen otra dimensión, la mirada
cambia la percepción en situaciones críticas, por ejemplo la corrupción española
no fue percibida como problema hasta sufrir fuerte y continuadamente los
efectos de crisis y paro, estallando en las encuestas tras el Gobierno del PP, pero
sabemos que se fraguó y extendió muchos años antes, incluso recordamos
corruptos arropados por masas de gentes gritando a su favor en las puertas de
juzgados y calles, o vueltos a elegir en unas elecciones.
PD. El texto que han leído lo escribí hace años, pero creo que sigue encajando en la realidad actual, la celebración de las primeras elecciones del 15-J de 1977 y el Congreso del PSOE. En ambos casos se cruzan sueños utópicos con realidades sociales, que siempre son las que se imponen. Las decisiones de un partido, de un gobierno, no podrán ser tomadas en contra de las mayorías sociales durante largo tiempo, si la gente quiere de verdad una cosa, marcará la tendencia hacia ella. Es absurdo creer que la gente vota lo contrario de lo que quiere, engañada o traicionada. Mas bien seremos nosotros los engañados. Y claro, hay gente pa todo, usted es la muestra, ahora la cuestión es si esa utopía que le gusta a usted tiene el apoyo de inmensas mayorías. Abrumadoras mayorías de españoles eligieron esta democracia y no otras opciones.
25
AÑOS DESPUÉS Estudio
del CIS nº 2.401.Diciembre 2000
El
estudio nº 2.401 del CIS, ’25 años
después’, realizado en diciembre del año 2000, recogía los siguientes datos
sobre la sociedad española:
A
la pregunta sobre si había cambiado la
sociedad española, un 94% sumaban las respuestas de mucho y bastante. De ellos un 86% sumaban los que decían que bastante o muy positivamente.
Un
86% manifestaban sentir motivo de orgullo
por cómo se realizó la Transición.
En el matrimonio y
familia se han producido muchos cambios, afirmaban un 82,6%.
Un
79% de los encuestados creían que el
mundo actual era mejor que el de sus padres.
La democracia
siempre es preferible a cualquier otra forma de gobierno, lo aprueba el
85,4%. Siendo un 74,5% los que se sienten con la democracia muy o bastante satisfechos.
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