viernes, 4 de noviembre de 2016

La batalla de la comunicación

Y lo que es peor, no quiere darse cuenta de ello. ‘Hacemos las cosas bien pero las comunicamos mal, no sabemos explicarlas, no nos entienden’, frases que pretenden socorridas, escuchadas a militantes responsables del PSOE (e IU) a cualquier nivel sea Gobierno de la Nación o Ayuntamientos. Al escucharlas ya sabemos que no hablamos de lo mismo, porque comunicar mal en política es hacer las cosas mal, porque hacer las cosas mal es comunicar mal. Si no producen liderazgo social, si no son entendidos por la sociedad como sus representantes, significa que se está trabajando mal y nunca que se está haciendo bien pero explicando mal.

Un error de comunicación significa que no se conecta con la sociedad y ello podría suponer que se están malgastando esfuerzos porque se esté corriendo mucho pero en dirección equivocada, como pollo sin cabeza. Pensar que por hacer cosas se está actuando correctamente confiado en que benefician a la gente, podría llevar a perder apoyos, porque sin comunicarse con la ciudadanía, que en el caso de izquierdas es fundamental, ésta podría sentirse apartada de los partidos y candidatos, y ello supone perder una importante batalla.

El concepto de comunicación puede ser abordado desde diferentes aspectos, por ejemplo en relación a los medios de prensa, de los que la izquierda dispone de menos potencia por razones evidentes de representación de intereses, pero esto ha ocurrido siempre, lo que supondría poca variación con el pasado. Evidentemente, hoy, hablar de comunicación resulta imposible sin considerar internet, en donde las posibilidades podrían igualarse, dada su gratuidad, pero sea internet o cualquier modelo de relación, todo dependerá de cómo considerar la importancia de la comunicación en el trabajo colectivo.

El problema que presento se refiere a la comunicación entendida como relación entre líderes y militantes, entre militantes y votantes, entre partidos y sociedad, tiene que ver con la poca permeabilidad de los partidos con la sociedad. Este es el terreno en el que presento la discusión, porque muchos detectamos que se está produciendo un retroceso evidente desde hace unos años y pronunciándose en los últimos. Las nuevas hornadas de militantes posteriores a los de la Transición, (más profesionalizadas que las anteriores), y que ocuparon los aparatos de partidos y sindicatos no parecen tener el mismo espíritu de participación y movilización, cuyo objetivo fundamental era incorporar a todo el mundo a las tareas. ‘Sumar todo lo que se mueva’.


En España la sociedad, los partidos, son extremadamente personalistas, aumentando últimamente este aspecto tan dañino para la política. Es un reflejo del franquismo que cortó en seco la incipiente figura del ciudadano nacida a finales del XIX que confluyó en la República y que posteriormente, la dictadura, durante largos años impuso socialmente despreocuparse de los asuntos colectivos y nos ha convertido en una sociedad adoradora del individualismo, que un solo individuo decida sobre nuestras vidas. El franquismo, encontró suficientemente abonado el terreno por la sufrida historia del pueblo español sometido demasiados años a tiranos y dictadores, reyes y generales, con el papel determinante de la Iglesia en esta ‘experiencia’ de alejar e impedir participar al pueblo en la cosa pública.

El pasado no justifica la situación actual, pero sirve para explicar lo duro que resulta modificar comportamientos tan profundamente arraigados. Y no lo justifica, entre otras razones porque la generación de antifranquistas, (los militantes de la Transición) demostró ser más participativa que la actual, incorporando a toda persona que quisiera moverse. Difícilmente puede entenderse que hace 30 años todas las decisiones fueran tomadas solo por un individuo, fuera presidente secretario general o alcalde.

Si la Transición salió adelante con una resultante relativamente correcta para todos, lo fue no porque el rey participara en no se sabe qué, o Suarez o Carrillo o Felipe…que sí lo hicieron, pero salió bien esencialmente, porque hubo decenas de miles de protagonistas, no todos al mismo nivel, unos más que otros desde luego, pero fueron y se sintieron protagonistas de las transformaciones sociales, de los cambios de costumbres, modificación de las leyes, de la mayor libertad e igualdad, de la mayor justicia, de las escuelas y hospitales que se construyeron, de las carreteras y de la sociedad en que vivimos estos 30 últimos años.

La política es fundamentalmente una actividad pública, por tanto todo lo que camine por entornos de colectividad preserva y difunde su espíritu mejor que lo conducido por caminos de individualidad. La política es una actividad humana que trata de organizar la vida social, pretende dotar a colectivos humanos de normas y reglas de convivencia para organizar su desarrollo y sostenimiento entre individuos diferentes, por tanto una mayor participación redundará en mejores resultados.

La política se pervierte cuando deriva y profundiza lo individual sobre lo colectivo. Si camina por territorios de individualidad, la ciudadanía se irá apartando de ella, quedando convertida la sociedad en manojos de individuos aislados que serán más fácilmente dominados. Algo de esto hay en la ideología neoliberal. Y algo de esto está ocurriendo en el funcionamiento de grupos en la izquierda.

Los ciudadanos no necesitamos individuos que estén por encima, en todo caso al lado, queremos gente que dentro de las organizaciones sociales, trabajen para el desarrollo de la cosa pública y que permitan, potencien y desde luego no impidan mecanismos de intervención colectiva. Los ciudadanos necesitamos poder intervenir en las actividades públicas y poder decidir, tomar parte en las decisiones de los partidos y sindicatos, de los Ayuntamientos y CCAA. Y la intervención ciudadana no tiene que enmarcarse necesariamente en el estrecho esquema de militancia actual.

Los niveles de participación deben ser mayores, amplios y flexibles, los núcleos de aportación de trabajo e ideas, de esfuerzos… pueden ser distantes y deben ser diferentes entre sí, las redes de internet permiten hoy un desarrollo de comunicación (de relación) infinitamente mayor que en épocas pasadas y sin embargo hace 40 años la existencia de niveles de compromiso en torno a los partidos de izquierda era variada y estaba más desarrollada que ahora.

La existencia de la crisis económica española, la fraguada aquí en España, en los últimos 20 años en nuestra sociedad, muestra un gran fracaso social, uno de cuyos aspectos relevantes fue la poca permeabilidad de los grupos políticos, gobiernos y partidos, sindicatos y patronales, que hicieron oídos sordos al resto de sociedad civil, a tantos intelectuales que informaban de lo que estaba ocurriendo y avisaban de las repercusiones. Quizás hubiéramos podido evitarla o reducir su gravedad, o ahora impedir que se reproduzca en el futuro de forma similar.

Muchas fuerzas se gastan en discusiones ideológicas, de mayor o menor correspondencia con teorías abstractas, pero en los aspectos organizativos y de participación es donde nos jugamos casi todo. Si no podemos participar, la política se va a la mierda. La discusión de si serán mejores o peores tales acciones o teorías, servirán de poco, si después un individuo en un momento dado, puede tomar la dirección de una organización y modificar su rumbo colectivo sin contar con la opinión mayoritaria de la misma.

A nadie le sorprende la cantidad de afiliados y/o militantes del PP, muy superior a la de los partidos de izquierda, a pesar de que todas las encuestas siempre dieron mayorías de población que se identifican mayoritariamente con perfiles de izquierda, lo cual parece indicar que han resuelto de mejor forma los vínculos partido/masas, dotándose de mejores niveles de acercamiento a los individuos. Desde luego causa estupor ver tantos militantes progresistas desplazados de sus grupos de origen por tantas purgas o luchas internas.

Produce inmensa pena ver a tantas personas desperdiciadas con tantas capacidades susceptibles de ser aportadas a la colectividad, reducidas o inutilizadas para el bien común por la inexistencia de voluntad y cauces adecuados desarrollados por los partidos actuales. Nuestra capacidad de despilfarro es tremenda, nos creemos tan sobrados de todo que prescindimos alegremente de nuestros recursos (sean humanos o materiales) y así crecen cada día las listas de personas con sobradas capacidades apartadas totalmente de la política progresista, lo cual es perceptible por la ciudadanía que se aparta de la clase política.

Algo falla en nuestra forma de hacer, en nuestra filosofía, por lo que parece el momento de dar un golpe de timón en las organizaciones progresistas para volver a la filosofía que nunca debieron abandonar de tratar de movilizar a la ciudadanía, de implicar al mayor número de personas posible en la cosa pública y para lograrlo es imprescindible abrir puertas y ventanas y sumar y sumar, en todas las múltiples tareas posibles, tratar de incorporar a cada cual en el nivel que desee dentro de una tarea colectiva.

La participación colectiva no está en contra, ni impide, la existencia de personas con capacidad de arrastre y de ilusionar, que tengan visión de futuro y capacidad de dirección de grupos. Un líder es un individuo que recogiendo aspiraciones y sueños de mayorías arrastra hacia adelante a grupos de gentes y marca caminos de avance.

Un líder no sustituye a la gente ni la suplanta y nunca debe estar solo, ningún individuo en una organización democrática moderna es capaz de mover colectivos sin la colaboración de equipos adecuados, que a su vez servirán para formar dirigentes. Un líder solo podrá ejercer de tal si es capaz de promover y desarrollar equipos, de liderar grupos de trabajo que a su vez generen otros equipos que aporten y de los cuales serán líderes. Ningún líder moverá una institución sin otros líderes detrás, sin apoyarse en escalones de trabajo y decisión.

Para un proyecto cualquiera resulta muy poco útil un individuo que ejerza de jefe y pueda tomar decisiones sin respetar a sus grupos de trabajo, a equipos, que a su vez deberán considerar a los militantes, que a su vez deberán recoger la voluntad de votantes que deberían representar una gran parte de la ciudadanía. Todos ellos deberían promover y potenciar colectivos de ciudadanos concretos a distintos niveles de participación, debate y decisión.

Es un error dejar en manos de un solo individuo la representación pública de un partido, sea estatal o local, como lo es realizar una campaña en la que solo aparece una persona. Eso vale para la carrera de 100 m y poco más, pero no da buenos resultados para una actividad colectiva, como la política, porque los ciudadanos podrían pensar que el colectivo no importa a esas siglas, o que no se dispone de un grupo fiable, o que esas siglas son demasiado personalistas y por ende poco amantes de la colectividad.

No se trata elegir entre uno o dos papas, uno o dos generales, uno o dos grandes hombres, en España se eligen listas de partidos (o sindicatos) se eligen grupos de personas que figuran en ellas, hombres y mujeres que puedan organizar y trabajar en un Ayuntamiento, Comunidad o Estado. Es importante conocer que ante una situación imprevista serán capaces de reunirse y tomar decisiones previa discusión y ponderación de argumentos y situaciones.

Un individuo aislado en la tribuna marcándose un discurso puede tener explicación y justificación un día, pero no puede ser un método de trabajo, y desde luego en una campaña preelectoral es el momento más inadecuado, porque es uno de los espacios preferentes de la feria para mostrar ‘productos’, por eso la presentación de programas de actuación, que estarán cojos sin los equipos con los que se cuenta y sus posibilidades.

La campaña de Obama fue mal interpretada por algunos líderes españoles que fijaron su atención fundamentalmente en su carácter individual en el cartel, sin percatarse de que en EEUU en general eligen candidatos y no listas como aquí, lo cual potenciaría allí los aspectos individualistas, ello sin contar que allí los candidatos rinden cuentas a sus electores además de al partido. En cualquier caso el eje central de sus propuestas nunca fueron las medidas concretas, sino el intangible de un futuro de ilusión y esperanza en mejores condiciones económicas y sociales, (crisis paro y sanidad). Aquí tiende a confundirse las propuestas concretas de acciones, o el hacer más cosas con la consecución de más votos, cuando rebasado un nivel, fácilmente se produce lo contrario; a mas cosas menos votos, porque aumentan las reacciones adversas y no suman las favorables.

No obstante, se prestó poca atención al aspecto esencial que le hizo triunfar y es que su campaña estaba plagada de multitud de comités de apoyo, de animadores y agitadores, de recaudadores de dinero, de miles de páginas y blogs individuales que sumaban y distribuían mensajes, ello en un país como EEUU con la práctica habitual de funcionamiento por comités, por equipos para todo. Equipo de exteriores, de economía, de discursos, de comunicación, etc. etc. equipos cuyos miembros son públicamente conocidos y tienen tras ellos a su vez otros equipos de segundo nivel que les facilitan su trabajo de preparación, búsqueda y selección y acumulación de esfuerzos.

Manuel Herranz enero 2011 )

No hay comentarios:

Publicar un comentario