miércoles, 16 de octubre de 2013

El secesionismo barre los demás movimientos sociales

El tsunami soberanista barre los demás movimientos sociales
Las gentes se han apuntado a políticas populistas, la indignación contra los ricos y poderosos, contra banqueros y especuladores, contra corruptos y vividores, ha logrado darse la vuelta y está eliminando los sentimientos progresistas de millones de personas, que abandonan los partidos de izquierdas y pretende barrer apoyos a la Constitución, hoy el único bastión de solidaridad existente para trabajadores, categorías populares, ese bastión lo quiere romper el catalanismo, y no para crear una sociedad más progresista, con mayores derechos, libertades y solidaridad para con los trabajadores y necesitados, sino para ahorrarse pagar impuestos destinados a financiar el estado de bienestar, la esencia de su propaganda, el expolio fiscal, proclama romperlo para mejorar ellos, acabar con la solidaridad, para instaurar el individualismo, cada uno con lo suyo, los impuestos para cada cual. La libertad individual del liberalismo entronizada, el yo por encima del nosotros, el individuo sin sociedad.
Miguel-Felipe escribió lo siguiente:
Y dicho esto, parece claro que el repunte independentista tiene poco que ver con la pasión histórica y bastante más con la actitud de cientos de miles de españolic@s jóvenes de cualquier sitio que se "independizan" en Inglaterra, Alemania o donde pueden... O con el desapego de la España existente que hace dos años lanzó el 15 M.

En el sentido global del párrafo podríamos estar de acuerdo si éste pretende expresar que bastante del movimiento secesionista de los dos últimos años está alimentado por la desafección causada por la crisis económica, en cuanto a la incorporación de número de personas y movilizaciones, influye en ese y otros procesos, sin duda. Pero discreparíamos si pretende decir que el proceso de secesión de Catalunya está dirigido u orientado por los indignados, 15-M o similares a los que podemos ver en otros países. Nos encontramos ante uno de esos momentos históricos en los que a una grave crisis económica, política y social, le salen otras crisis que estaban larvadas, contenidas sin fuerza suficiente, que dirigen la rabia en otra dirección diferente a la de resolver los problemas que la despertaron.

No existe en los movimientos cercanos al 15-M, una fuerza tan grande, un nivel de centralización, organización coordinada y objetivos tan concretos y precisos de secesión y construcción de otro país fuera del Estado español. En principio, una cosa es la sensación de desprecio por todo lo que está pasando, basada en la precariedad laboral, la pérdida de derechos sociales, la corrupción imperante, etc. etc. y otra distinta es el proceso de independencia de Catalunya, dirigido por las élites catalanistas que no pretende responder a las desigualdades económicas y políticas, pérdida salarial, precariedad, paro, desahucios y pérdida de derechos conquistados durante 35 años, esa ruptura de la equidad provocada por la crisis, está en gran parte generada por las mismas élites independentistas, que no pretenden aumentar impuestos, ni siquiera nombrar el fraude y evasión fiscal, una de las consecuencia de los zarpazos de la crisis en todas partes, los menores ingresos impositivos los compensan con menores gastos sociales, reducen el estado de bienestar.
Al proceso secesionista se han sumado los descontentos sociales del momento, eso parecen indicar los estudios de opinión recogidos por la Generalitat que situaban los aspectos vinculados a la crisis como principales problemas y no la cuestión del encaje Cataluña-España, hasta hace unos meses, en los que el movimiento soberanista se apoya y recoge todo lo que se mueve para dirigirlo hacia la independencia y no para dotar a Cataluña de unas políticas diferentes al austericidio, comenzado por la Generalitat antes que en el resto de España. El movimiento no se dirige a conseguir mayor contribución fiscal de los pudientes, para consolidar y evitar recortes, sino precisamente el objetivo es lo contrario, pretende lograr menores contribuciones netas, bien porque paguen menos impuestos, o porque obtengan retornos garantizados de los mismos.
El objetivo independentista pretende ahorrar costes fiscales a los pudientes catalanes, lo cual sin duda es un  ataque directo contra los parados y pensionistas catalanes, extremeños o andaluces, que en estos momentos parte de sus apoyos sociales están pagados con los excedentes contributivos de los ricos de otros lugares de España, como en cualquier otro estado moderno. Cataluña, es junto con Madrid, Valencia y Baleares, únicos contribuyentes netos a la caja común, ya que el resto de CCAA, son receptoras. Apoyar que los pudientes que contribuyen no aporten impuestos a la caja común es una postura reaccionaria, anti progresista, profundamente anti izquierdista, o más claramente, es una política neoliberal, que los ricos no paguen impuestos para los trabajadores es aquello de ¡que se jodan!, su dinero para ellos que le sacarán mayor tajada. Esa es la esencia de la ruptura que están apoyando cientos de miles de personas. 
El debate se soporta en la columna de las emociones, porque se pretende más difícil de combatir argumentalmente, extender la división social basada en la identidad nacional es un artificio que pretende agrupar más personas en torno al odio para enfrentar al enemigo, a los otros. La identidad nacional se nutre de elementos que conducen a la xenofobia, como la superioridad étnica, cultural y económica, lo cual supone minusvalorar a los otros, la supuesta mayor legitimidad nacionalista lograda por historia, cultura y sufrimientos, implica despreciar la legitimidad democrática por inferior,  la legitimidad  constitucional, lograda por la ciudadanía es inferior por ser de los otros, que serán los enemigos. En el debate ningún aspecto debería rehuirse, allí, en su prensa, en el Parlament se discute poco con argumentos racionales,  -anualmente se llevan 16.000 millones, gran mentira, otros con la soflama agitativa lo suben a 20.000 cada año- de cualquier informe en poder de la Generalitat difunden unos datos y ocultan otros, silencian las posibilidades de mejora actuales, se esconden los costes de permanecer en el Estado o romper. Pretenden convencer de que vivirán en un mundo feliz y todos los problemas se resolverán en el paraíso de la independencia, lo cual es un insulto al sentido común. Es la religión de niño, si haces sacrificios ahora, el futuro será bueno, entonces tendrás, allí será, pero ¿y ahora, cómo resolvemos los problemas actuales? Si hay fuerza para llevar decenas de miles de personas a cogerse de la mano y formar una cadena, ¿por qué no usar la fuerza para acabar con el austericido? crecer para aumentar trabajos y reducir penalidades ¿por qué no resolver el fraude y evasión fiscal que acabaría con la deuda, por qué…?

Jordi Soler escribe en El País, ‘Los argumentos independentistas no resisten el razonamiento: se basan en la ilusión’. Es cierto, la cuestión es que van ganando, precisamente por la ilusión. Sin duda afecta al segmento de población que apoya el soberanismo, pero es insuficiente mirar solo ese segmento de gente que se suma al proceso con alegría visible, resulta preocupante la ilusión de muchos trabajadores y sectores desfavorecidos españoles que piensan que aquello de la separación no va con ellos, incluso lo ven con simpatía, dado que luchan contra el Estado español, que ya es sabido su carácter derechoso, todavía más preocupante es que piensen que no les influirá el proceso de ruptura. Los hay que más allá, en la desconfianza, interpretan el proceso soberanista como una cortina de humo para tapar las miserias de la crisis, ¡inventada por Rajoy!

Millones de españoles no son conscientes de que los costes económicos de una separación perjudicarían a trabajadores y jubilados. La secesión está íntimamente ligada con derechos laborales, pensiones, condiciones de vida, posibilidad de crecimiento económico común… además de con aspectos emocionales de ruptura fraternal y nadie sabe si con otros episodios hoy no vislumbrados. La contribución neta a la caja común la realizan fiscalmente los individuos que viven en las comunidades ricas, contribuyentes netos son las CCAA de Madrid, Catalunya, Baleares y Valencia, el resto son receptoras, salvo los casos de las ricas Euskadi y Navarra que no contribuyen por el concierto-cupo particular del que disfrutan. Si algunos españoles en territorios históricamente atrasados han podido mejorar sus condiciones de vida en estos últimos 35 años, en parte ha sido posible por la redistribución fiscal del Estado, la esencia socialdemócrata, el estado del bienestar, que se dotaba entre otras, de las contribuciones fiscales de individuos pudientes y corporaciones con altos beneficios, en mayor parte asentados en los territorios contribuyentes netos citados arriba.


Si ahora los ricos se van, si los más pudientes no contribuyen al Estado y éste deja su labor redistributiva, muchos millones de españoles empeorarán sus condiciones de vida. Si los ricos dejan de pagar impuestos o consiguen que solo se gasten en su territorio, y ese es el primer objetivo de la secesión, las dificultades las notarán, principalmente, parados, dependientes, trabajadores y jubilados españoles. Esta será una de las mayores agresiones que hayan vivido nunca estos grupos de personas. Este es uno de los aspectos del problema, sin duda hay otros, culturales, sentimentales, emocionales... A mediados de 2013, los principales problemas que perciben los catalanes, precariedad laboral, con tres veces más peso que las relaciones Catalunya-España, y funcionamiento de la economía, lo cual muestra al nacionalismo barriendo todas las emociones vinculadas a la crisis económica hacia sus intereses, sin duda un éxito de propaganda populista, pero que podría lograr resultados desastrosos para las clases trabajadoras.


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