lunes, 28 de octubre de 2013

Catalunya. Convivencia constitucional durante 35 años

Convivencia constitucional durante 35 años, hasta ayer

El acomodo constitucional lo relata Javier Pérez Royo en Un poco de memoria.  28/11/2009. Que anteriormente desarrolló en Pacto de inserción.  19/09/2009 y también en La última palabra.  05/09/2009. Conviene leer a este experto para entender la complejidad del problema, y la forma en que se le dio un acomodo durante la Transición. Los catalanes, el pueblo y no solo las élites, en los últimos 35 años, han tenido mayor autonomía, cultura propia y poder de decisión de su historia, han ejercido el derecho a decidir como nunca lo hicieron sobre las cuestiones y nexos de poder que en ese momento interesaban a inmensas mayorías de ellos, lo cual no evita reconocer que tenemos un serio problema al que encontrar solución, mejor juntos, por conveniente para ambos.

Entre otras formas de participación, decidieron elegir a sus mandatarios y representantes para que les representaran y dirigieran parte de sus destinos: votaron en 11 ocasiones Diputados al Congreso y Senadores, 7 veces para decidir parlamentarios en el Parlament, votaron 9 veces para decidir sus concejales en los municipios, en otras 6 ocasiones eligieron parlamentarios europeos y en otras 6 más decidieron en referéndums, tipo Reforma, Constitución o Estatutos de autonomía. Sí, ellos han podido decidir y lo hicieron –y no los negros en los sesenta en EEUU-. En sus decisiones puede constatarse que salieron mayorías nacionalistas, no siempre, pero nunca eligieron mayorías soberanistas. Siempre hubo independentistas pero, solo desde hace un año se manifiesta como preocupación creciente las relaciones Catalunya-España en los estados de opinión, problemas que perciben los ciudadanos que publica el CEO (Centre d’Estudis d’Opinió) de la Generalitat. En los cuadros desde enero 2009 a junio 2013 presentan las preocupaciones de la gente, las personales y aquellas consideradas grandes problemas de Catalunya. Ambas coinciden en el orden, las preocupaciones personales, en 2009, vinculadas a la precariedad laboral preocupan un 44% a continuación un 17% el funcionamiento de la economía, ambas consecuencias de la crisis económica, a mucha distancia, también preocupa la insatisfacción con los políticos, cerca de un 5.5%, queda relegada la preocupación de relaciones Catalunya-España a un 3,5%. Escasa importancia se le daba entonces, para la que luego tendría súbitamente.

En junio de 2013, lo que consideran problemas importantes pasan a ser cerca del 50% la precariedad laboral, el 16,2% el funcionamiento de la economía, doblándose el peso de la insatisfacción con los políticos hasta el 12.4%, -que no entiendo insatisfacción con la política aunque podría estar contenida, en el mismo estudio por las diferentes preguntas aparecen grados de interés, preocupación, seguimiento etc., respuestas comprometidas con la política-. Sigue en el grado de preocupación, las relaciones Catalunya-España con cerca de un 11%, más que triplicando su importancia respecto al 2009. Desde luego en los propios centros oficiales de Catalunya, el CEO, donde cocinan los datos de opinión, éstos no reflejan que sea el problema tan insoportable como lo denuncian al mundo sus políticos y los medios de comunicación catalanes.
           



Un cierto grado de radicalización popular se incuba durante el segundo gobierno de Aznar entre pequeños grupos españolistas y políticos catalanes, amplificado por algunos medios de prensa, radio y televisión. El malestar se hace palpable durante el primer gobierno de Zapatero, a partir de 2004, en la negociación del Estatut, y cuando éste llega al Congreso, siendo aprobado en junio de 2006.  Pero todavía durante el 2008 la tendencia separatista se mantiene por debajo del 20% en datos de la Generalitat –ver cuadro anexos-.

En  2009 las encuestas detectan un malestar creciente con el funcionamiento de la democracia en Catalunya, probablemente sean reflejos por la crisis y el Estatut, ya que a  partir de entonces comienza a expandirse el malestar por el recurso de inconstitucionalidad presentado por el PP, y la demora en la Sentencia, lo cual provoca sentimientos separatistas, que unido a la grave crisis económica, produce otro salto al alza en 2011, entrando en la dinámica actual en 2012 con otro acelerón, que lleva aparejadas reacciones masivas de culpar a España por la mala situación laboral y económica de Catalunya, de la que muchos esperan salir con la independencia.

         

El malestar entre las élites políticas culturales y económicas catalanas se extiende cuando diferentes estudios estadísticos dan a conocer que las autonomías y su proceso de convergencia, dejan a Cataluña los últimos años no muy bien situada en términos relativos, crece mucho, pero no lo hace siguiendo la estela de las más rápidas, y sobre todo, no sigue la estela de Madrid. Lo cual no debe confundir con su enorme potencial económico, ni es óbice para considerar a Catalunya una de las Comunidades más rica y sus gentes de las privilegiadas de España en desarrollo per cápita, educativo, sanitario, cultural… y con los mayores  traspasos de competencias políticas y económicas, incluidas las transferencias en impuestos muy superiores al resto. -Al margen los cupos vaco y navarro-.

Aparece un creciente malestar similar a los movimientos 15-M de España, cuestionan el funcionamiento democrático; en su caso, las élites han conseguido desviar hacia España la culpabilidad por ello y sus problemas económicos y laborales, calando fuerte en amplios sectores sociales incluida la tradicional emigración obrera sin representación ni poder al nivel de las élites catalanas. Entre la población aparecen signos de odio y repulsa hacia los explotadores españoles, visibles en las redes sociales y el aparato mediático. Es imposible entender la rapidez con la cual ha crecido el fenómeno, sin integrar su fenomenal aparato mediático, y la agitación vinculando salidas personales y colectivas en el camino de ilusión por la independencia. Ilusión porque se publicita como posible, rápida y sobre todo, sin costes para nadie, lo cual no deja de ser, como poco, una irresponsable mentira. Cualquiera que esté cerca de vivir, estudiar o comprender fenómenos sociales, sabe que estos procesos de ruptura tienen siempre altísimos costes para todas las partes.



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