miércoles, 20 de marzo de 2013

Los Mercados, (13) difuminan identidades y ocultan culpables

La despersonalización y  la ocultación es un rasgo de los actuales mercados financieros que los diferencia de etapas anteriores, así, el término capitalista, usado en el pasado con gran carga de personalización, pierde eficacia para definir la realidad actual, que se hace tremendamente difusa y compleja. Los mercados, dado su carácter, organización y métodos globales, mantienen alejados de la luz pública a sus agentes responsables de tropelías, quiebras, ruinas, y cambios de propiedad, las grandes culpas de los desastres provocados por la economía quedan indefinidas,  despersonalizadas, en todo caso diluidas en ‘el saco de los mercados’. Pero, en los mercados estamos casi todos, aunque no pesamos ni decidimos. La cuestión es muy enrevesada.

A pesar de que en ocasiones los protagonistas tengan nombre y apellidos, o se identifique claramente políticas, bancos, fondos, o carteles, causantes de tales o cuales acciones, en la gran mayoría de ocasiones los responsables quedan fuera de foco, porque en contra de lo que algunos creen, los mercados no son un ‘organismo’ controlado, planificado o dominado por un ente identificable como director o jefe; al contrario son la mezcla de gran diversidad de intereses contrapuestos de sus actores,  corporaciones, bancos, empresas, gobiernos,… que venden sus productos a través de miles de agentes intermediarios, y colocan entre inversores y rentistas, trabajadores, activos, jubilados, agricultores, estibadores, sindicalistas… que tienen sus ahorros depositados en bancos, en fondos de pensiones...


Lo anterior aumenta el grado de exposición de los políticos a la ira popular, al ser éstos la más cercana personificación de los poderes para los pueblos. Sin olvidar la connivencia, en ocasiones, entre poder político y económico, se trata de dos poderes diferentes, personalizados en su mayor parte, en grupos distintos, y que hoy quedan camuflados hasta hacer clandestinos a los detentadores del poder económico, como antaño los revolucionarios. Y ello a pesar de la aparente contradicción que muestra la ostentación individual de riqueza y glamour, con que habitualmente, cual trileros, nos muestran los medios.

Ningún sector de producción y acumulación está hoy día atado a la economía real, lo realmente sorprendente de los mercados es que crean dinero del dinero, utilizando todas las dinámicas posibles y a todas las profesiones en el entorno financiero, tales como matemáticos, físicos, médicos, militares, exministros, economistas, informáticos… Los beneficios de sus protagonistas, la riqueza que acumulan, necesitan de la creación de enormes masas de dinero,  -el crecimiento de la Masa Monetarias, es tremendo M1, M2,…- máxime con rendimientos clásicos descendentes, los bonos a 10 años de deudas soberanas refugio, necesita de las inyecciones constantes de liquidez suministradas por los bancos centrales, cuyos balances con esta crisis crecen y crecen a velocidad de vértigo, del aumento exacerbado de instrumentos creadores de dinero, medios de pago, tarjetas, y todo el plantel de derivados, anotaciones en cuenta…- lo cual exacerba la inestabilidad durante los ciclos, que cuando van en ascenso suelen creer serán para siempre.

Ninguna empresa está atada al territorio nacional, las corporaciones, y cada vez más, también las empresas medianas y pequeñas, basculan entre continentes llegando a obtener mayor importancia de negocio fuera del país de origen de la marca que dentro de las fronteras nacionales en las que nació concediendo cada vez mayor importancia a los departamentos financieros o colindantes, que a los de producción, consiguen fuertes incrementos en el precio de acciones sin necesidad de mejorar la producción y venta de mercancías –dentro de dichos departamentos está la colocación de acciones, buscando inversores, o desde el otro lado como inversores colocar los excesos de tesorería, buscando productos financieros. Otra de sus funciones es situar la mayor contribución fiscal en aquellos países con menores impuestos, o simplemente evadirlos a paraísos fiscales a través de múltiples operaciones financieras-. Los cambios de propiedad y localización en los grandes negocios mundiales se suceden a gran velocidad, siendo dificilísimo conocer y personalizar al capital que domina las corporaciones multinacionales, lo cual aumenta las dificultades de embridarlo y regularlo desde poderes políticos nacionales.


El cambio de era, se apoya en esta tercera oleada de internacionalización del capital financiero, producción, comercio, servicios, materias primas… que se extiende libremente por el planeta tras la derrota de las antiguas revoluciones comunistas y no solamente porque dejara de existir la competencia, sino porque los antiguos países comunistas se han implicado en el desarrollo de un capitalismo salvajemente explotador que hace la competencia directa a Occidente, a sus pueblos, a sus clases medias y trabajadores. 

La globalización, es la realidad que contiene el creciente poder de los mercados financieros y la explosión del crecimiento de los emergentes, lo cual está cambiando velozmente el mundo y empujando a occidente hacia abajo. Emergentes, tanto los viejos (BRIC) Brasil, Rusia, India y China como los nuevos (MINTS) México, Indonesia, Nigeria, Turquía, Sudáfrica, o los próximos, que en terminología de O’Neill -el inventor del término BRIC-, los (Next 11) Bangladesh, Egipto, Indonesia, Irán, Corea del Sur, México, Nigeria, Pakistán, Filipinas, Turquía y Vietnam.

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