lunes, 5 de noviembre de 2012

Independentismo catalán, una forma de neoliberalismo







Independentismo catalán, una forma de neoliberalismo

¿El retorno de impuestos a los mismos territorios? pero, ¿por qué tiene que haber retorno a los que pagaron impuestos? Qué rápido se rompe el criterio de solidaridad interregional y el europeo, de repente a alguien se le ocurre la feliz idea de denunciar que los impuestos son una carga, es dinero de nuestros bolsillos que nos obliga a pagar el Estado, o los políticos dirán otros, pagamos sin obtener nada a cambio, gritan los pagadores y parece que el pasado queda oculto y olvidado. Las luchas históricas del movimiento obrero por recuperar una parte de la plusvalía que le arrebataron, quedan ocultadas, la historia de conquistas posteriores a la II guerra Mundial, con millones de obreros armados, derrotados los fascismos y con un sistema comunista, que hacía competencia al capitalismo, aconsejaban desviar parte de la plusvalía, que era recaudada vía impuestos por el Estado, que se encargaba de redistribuirla hacia los más necesitados pagando un salario social como forma de asegurar unas mínimas condiciones de vida que garantizaran sanidad y mantenimiento en los días de imposibilidad de trabajar, por paro, enfermedad o vejez.

En Europa se formalizó un contrato social que tomó el nombre de Estado de bienestar, que dura hasta hoy en el que tras la globalización, la derrota de sistemas comunistas y la interconexión de mercados productivos y financieros, los ricos del planeta creen llegado el momento de eliminar los impuestos, esa contribución que hacían para garantizar la seguridad y el equilibrio de una sociedad. Lo empezaron formulando en la época de Reagan y Thacher , entonces bajo la teoría de dejar los impuestos en manos de los ricos, porque ellos eran los que generaban actividad económica y así caerían las migajas al resto, posteriormente trasladando la producción industrial a los países emergentes con ínfimas condiciones laborales y mínimos derechos evitaban los pagos de salarios occidentales mientras su dinero volaba de un país a otro. Se extendieron  por todos los rincones paraísos fiscales y leyes con subvenciones, exenciones, y puertas abiertas a toda treta fiscal… y ahora, nos quieren convencer los independentistas de que los impuestos deben quedarse en la casa de quien los paga, que suena realmente a que alguien les distó que los impuestos son para quien los paga.

Según su argumento, ¿tendremos que devolver los españoles, miles de millones de ayuda comunitaria que hemos recibido de la UE? Durante estos años hemos sido uno de los países del mundo que mayor volumen de ayuda haya recibido  nunca, en cifra superior a lo que representó en la posguerra mundial el Plan Marshall estadounidense en Europa. También recibió ayudas, Cataluña. Un principio de política europea con el que manifiestan disconformidad los independentistas catalanes, mala tarjeta de presentación para solicitar la entrada en un club que tiene establecida como una de sus reglas obligadas, la contribución solidaria de las regiones ricas hacia las regiones pobres, porque ¿alguien duda de que una supuesta Cataluña europea tendría que contribuir a la UE? La contradicción de postulados políticos es permanente apoyados en sus datos económicos, para convencer a la audiencia los argumentos de potencia económica son los más utilizados, precisamente dichos argumentos de potencialidad económica justifican su contribución solidaria, en España y en Europa.

En el imaginario nacionalista no existe la redistribución transversal, uno de los aspectos más importantes del estado moderno se hace desaparecer, precisamente el más cercano a las izquierdas. La filosofía contenida en el párrafo anterior, -razón 33- es abiertamente neoliberal, dice, los impuestos para quien los paga. Por ejemplo, los impuestos que paguen aquellos que viven en La Moraleja, el barrio Salamanca de Madrid, Pedralbes o las Tres Torres en Barcelona, tienen que retornar a esas personas que pagaron, pero entonces ¿por qué pagarlos, para qué hacer la pantomima y el gasto de recaudar para devolvérselo a  los mismos? si se acepta que lo normal es retornarlos a su origen, estamos aceptando el criterio de que se queden en sus empresas y propios bolsillos, que es realmente lo que dicen todos los ricos del mundo y los defensores del neoliberalismo, porque desde sus bolsillos podrá crecer la economía y eso dejará las migajas a los pobres.

Supuesto que el cuadro inicial fuera cierto, -lo cual hay que poner en duda por la experiencia repetida de manipulación- la idea que transmite la propaganda es lo esencial, la solución que proponen parte de la filosofía neoliberal y aplica modernas técnicas xenófobas, la culpa de todos los males la tienen los extranjeros, los otros nos roban nuestras riquezas, nos quitan nuestro trabajo, ellos se llevan las ayudas sociales, los otros… siempre que los otros de fuera, sean pobres. Están diciendo ‘dejemos de pagar sus vicios con nuestro dinero, porque ya se sabe, son vagos, que no quieren trabajar’… los recortes en Cataluña son culpa de ellos, porque se llevan nuestro dinero los vagos andaluces. Lo increíble, lo peligroso, es que esta argumentación se haya extendido como la espuma entre los trabajadores.

O no es tan raro, porque situaciones similares confirman las encuestas últimas sobre las bases sociales de apoyo de los partidos de extrema derecha, y xenófobos en Europa. Llevan al simplismo de meter en un saco a los españoles y en otro a los catalanes. Dos grupos en el que todos sus integrantes se hacen aparecer como iguales para fabricarse un enemigo fácil de identificar, simplifican la realidad para auto posicionarse cómodamente cada uno en el bando de los buenos, lo cual es una insensatez cuando se realiza con grupos que se agranda cuando los conjuntos son pueblos, aunque es el criterio utilizado típicamente por los xenófobos, aquellos que tienen miedo, hostilidad, rechazo hacia los otros, hacia los extranjeros, los diferentes, a pesar de las diferencias que encontraremos dentro de cada grupo social.

Cansa el reduccionismo que lleva a definir a los españoles como extremistas, nazis, corruptos, vagos, ladrones, explotadores, colonialistas… y a los catalanes –en este caso; en otros se invierten los términos.- como abanderados de la libertad, modernidad, trabajo y la justicia. Y lo peor es que el mensaje cala y resulta creíble para demasiada gente, lo demuestran las redes repletas de adjetivos insultantes contra los españoles, por parte de los defensores del independentismo. En esta dinámica que Chacón declare que está en contra de la independencia, es lo mínimo que se espera de alguien que se postula como secretaria general del PSOE, ahora falta que trabaje para difundir muchas cuestiones sin dejar el terreno expedito al soberanismo. El extendido argumento entre los defensores de la secesión, de que los españoles expolian a los catalanes, es tremendo, -hay que tener cara dura para decir que, a los ricos burgueses les explotan sus trabajadores- pero una eficaz mentira para sus intereses, que conviene aclarar una y otra vez.

Limitar el problema de la secesión catalana a un sentimiento indentitario oprimido, es estar ciegos ante la importancia de los aspectos económicos en el impulso que ha dado ERC/CiU y en la toma de decisión por parte de las élites catalanas a favor de la independencia. Ambos aspectos –identidad y economía- influyen poderosamente en la cuestión en la propaganda y en la captación de voluntades. Y ambos aspectos requieren pacientes explicaciones, si pretenden convencer de algo, y menos amenazas e insultos, que buscan vencer, lo cual implica aceptar el enfrentamiento que está en la base de la idea nacionalista de exclusión. Esta es una secesión liderada por ricos que se quieren largar, llevándose sus pertenencias, con gran aparato populista, y por supuesto apoyados en sentimientos catalanistas reales, ya que toda coartada necesita partes de verdad para ser realmente creíble. Los privilegiados, las élites económicas, se dicen ‘hasta aquí me sirvieron los españoles, a partir de ahora, en un mundo globalizado de poco me sirven los mercados nacionales y menos en una Europa comunitaria’, además piensan pagar menos impuestos –públicamente anunciado- en un estado nacional hecho a su medida, lo cual significará menor redistribución a los desfavorecidos. 

Anuncian la reducción del salario social, del estado de bienestar, como forma de abaratar costes, porque de lo contrario, ya me dirán cómo es posible con una deuda superior a 40.000 millones de euros. Piensan en tener menos regulaciones y mayor facilidad para saltárselas, consideran que es mejor que los capitales sean globales, hoy más sencillo que antes, y las cortapisas para ellos, siguen siendo españolas.  Su objetivo de sociedad parece similar a la americana, menores impuestos, menor gasto social y mayores diferencias, alejándose de la sociedad europea que conocemos. El independentismo es una forma de neoliberalismo apoyado en el dejar hacer, dicen los ricos y corporaciones: dejarnos ser libres, aquello que me impida hacer lo que quiero no es bueno, que nadie me obligue a pagar impuestos, lo democrático es hacer lo que quiero. Están convencidos de que su importancia económica, en medio de mercados financieros globalizados, les posicionará con el norte junto a los privilegiados de Europa, -interesante opinión norte sur de Gil Calvo- y encontrará mejor financiación e integración separada de los pobrecitos españoles. Lo cual es una contradicción entre lo que piensan las élites, y lo que escriben y difunden al pueblo independentista, el mensaje hacia fuera, habla de una Cataluña rica y próspera, mientras que el difundido al pueblo es el de una Cataluña empobrecida por la explotación española. Por supuesto nunca aparecen culpables catalanes de corrupción y prebendas, de la enorme deuda de Cataluña, de las políticas de recortes similares a las del PP...

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Antonio Muñoz Molina narra en ‘Todo lo que era sólido’, Seix Barral, 2013, la experiencia directa de su detención y encierro en la D.G.S. en 1974, motivada por las luchas en contra de la ejecución de Puig Antich, en los estertores del franquismo, aquellas movilizaciones de Granada, Madrid y toda España habían desaparecido. Cuenta la extraña sensación que le produjo ver la película que se hizo sobre ello en el 2006, un ejemplo de la manipulación a la que someten los hechos los nacionalistas, útil para pensar como se hizo en el pasado más allá de nuestra memoria, y esclarecedor de cómo se fabrican las identidades.

‘Las únicas protestas que aparecían pasaban en Cataluña. Las víctimas, los buenos, eran catalanes y hablaban en catalán. Los policías, los militares, los ejecutores, hablaban en español. No era una historia  de fascismo y antifascismo, sino de españoles contra catalanes. O más exactamente: ser español y ser fascista era tan congénito como ser catalán y estar limpio de complicidad con la dictadura. Nadie que no fuera ostensiblemente catalán mostraba la menor humanidad…Los manifestantes que gritábamos y corríamos en Madrid perseguidos por los caballos y vigilados por los helicópteros de la policía no habíamos existido…Los carceleros, los policías que interrogaban y torturaban a Puig Antich, tenían en la película un acento andaluz de caricatura.’…


‘Primero se hizo compatible ser de izquierdas y ser nacionalista. Después se hizo obligatorio. A continuación declararse no nacionalista se convirtió en la prueba de que uno era de derechas. Y en el gradual abaratamiento y envilecimiento de las palabras bastó sugerir educadamente alguna objeción al nacionalismo ya hegemónico para que a uno lo llamaran facha o fascista.’

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