martes, 4 de octubre de 2011

Esto de la crisis política, es un lio ‘liao’

La crisis, reconocida tardíamente por muchos, no solo el PSOE, ha traído un carajal de desesperación, por tanto en los debates, las ‘charletas’ o comentarios, mezclamos churras con merinas, todos opinamos y removemos, porque es gratis,o casi, ninguna de nuestras opiniones implica una transformación de algo una decisión que cambie el panorama, por tanto nadie asume responsabilidad alguna, ni por los 5 millones de parados (¿que se resolvería cómo?) ni por nada.

Nadie asume responsabilidad por rechazar aquellos recortes de mayo, se rechazan y punto, porque como a nadie le gustan así pretenen sumar, pero, si no se hubieran producido, ¿quién asumiría las consecuencias, que partidos o grupitos estarían dispuestos a asumirlas? Casi con seguridad se hubiera acabado la imprescindible financiación a los tipos que pagamos y hubiera subido 2 o 3 puntos más. Cada punto (que son 100 básicos) nos cuesta a todos unos 10.000 millones de euros, ningún partido asume estos probables costes si no se hubieran producido los recortes, nadie habla de lo que podría haber ocurrido, solo de lo que no nos gusta. Todos tienen recetas ahora, pero, y si por aplicarlas aumentaran los sacrificios y empeorara la situación. Eso nunca se pregunta.

Los rechazos a todas las medidas, son gratis, pedir que me quede como estoy, es gratis, realista o eficiente parece que no. Los intelectuales y partidos políticos que piden tal o cual acción o se oponen a una u otra, nunca asumen el desgaste que produciría tal o cual medida. Todo está saliendo gratis a todo el mundo, incluso a los críticos de los críticos. Recuerdan ustedes tantas quejas por catastrofistas a quienes describían la situación en 2008 y la senda probable que tomaría todo, nadie ha asumido errores. Ni siquiera en 2009, o 2010, incluso 2011, críticos contra todo argumento que mostrara la realidad, repasen, repasen ustedes opiniones y escritos de periodistas, de partidos políticos, de sindicatos, de blogueros.

Discutimos aplicando ideas y conceptos a realidades que damos por supuesto que compartimos todo el mundo. Por aquello de la realidad objetiva que decían, pero nada más lejos de la realidad que esta base compartida. Los puntos de partida no son comunes, no están fijados, como tampoco lo están los objetivos del debate, unos discuten para aclarar la situación otros para buscar culpables, otros para encontrar salidas, otros muchos para ganar votos o posiciones políticas. Otros discuten al margen de posibles decisiones que hubiera que tomar, solo por desahogarse, sin considerar quien podría aplicar su receta, ni cómo, ni cuándo sería posible, ni las fuerzas de las posturas contrarias…

Solo una cosa está clara, en todos ellos se ve el objetivo de demostrar lo malo que es el neoliberalismo, por lo cual el concepto se utiliza a diestro y siniestro en toda crítica de izquierda que se precie, pero casi nadie se preocupa de definir el objetivo que pretende y limitar la discusión al mismo.Y mucho menos a aclararnos en concreto los peligros y contradicciones de cada alternativa para salir del lio en el que estamos metidos.

La idea de que uno actúa en política sin más condición que sus deseos, es infantil. Hoy parece ampliamente extendida esa nefasta teoría de que solo con proponérselo se consiguen las cosas, (ni siquiera con salir varios días a la calle gritando). Las historias de los obreros de todo el mundo podrían hablar de decenas de años luchando para conseguir cualquier reivindicación, ¿qué hace, que mucha gente hoy piense que por pedir X pueda obtenerse?, ¿por qué creemos que todo es tan sencillo?

Pocos consideran las fuerzas opositoras, nadie tiene en cuenta la cantidad de gente que quiere otra cosa, distinta e incluso lo contrario. A escala España, y solo generalizando en la acera izquierda y derecha, sin meter mas transversalidades como lo nacional, sexo, edad… no entiendo en qué se basan algunos para considerar la defensa de un punto es mas apoyada que su contraria, porque el que no haya gente en la calle defendiéndola quizás genere la ilusión de que unos pocos cientos de individuos que sí salen, son mayoría social suficiente, pero es erróneo no darse cuenta que hay millones de individuos que soportan la alternativa contraria. O a veces son pocos, pero, con enorme fuerza que oponer.

Casi todo se reduce en muchos cenáculos a decir que el PSOE ha querido tal o cual cosa. Si hay evasión fiscal, porque lo quieren, si hay economía sumergida, paro, fuga de capitales, todo es porque lo quiere el PSOE. Dios! a que reduccionismo estamos llegando. Resulta que con quitarlos, los que vengan arreglarán estas cosas, parecería que IU, UPYD, nacionalistas varios, PP, grupos y grupúsculos estuvieran exentos de explicaciones, ‘no, es que nosotros no estamos en el gobierno’, pues estén en él. Por cierto si el argumento vale para antes, valdrá para después, como muchos tampoco estarán en el gobierno para qué nos cuentan lo que van a hacer. Si quieren hacerle creer que desde el gobierno se cambia todo, desconfíen de ellos, pero si quieren hacerle creer que unos poquitos transforman sociedades, huyan. Fomentar sueños tramposos es muy peligroso, luego llega el desánimo y queda un paso para lanzarse en manos de populismos varios.

Lo básico de la actuación política reside en la fuerza que se tenga para imponer los postulados y medidas que uno haya deseado y eso empieza por convencer a la ciudadanía, si un grupúsculo no consigue sumar, tiene un problema y no está exento de responsabilidades. Los deseos son solamente una parte de la acción política, la fuerza es lo fundamental. Y en una sociedad democrática me temo que la fuerza política se expresa fundamentalmente en votos (no solo) y los votos mayoritarios miden el calado de apoyo a la opción deseada. Pretender que la suma de los no votos, o de todas las minorías contrarias a las mayorías pretendan un objetivo común, es una insensatez intelectual. Son minorías y grupos de no votos, respetabilísimas, pero con enormes disparidades entre sí, tienen serias y reales diferencias entre ellos, demostrando así su incapacidad para gobernar o liderar a la mayoría de la población.

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