domingo, 23 de enero de 2011

ERE a la izquierda, 3. Racionalidad

El problema grave que veo a ese discurso radical y ultracrítico que citas en tu correo, es que está exento de racionalidad. Es un discurso que no pretende analizar problemas y por supuesto que no ofrece soluciones concretas, por cierto en este sentido bastante alejado de la base del pensamiento marxista que trata de análisis concretos de problemas concretos.

Los discursos españoles en general, carecen de la influencia del racionalismo, carecen del sentido común y no suelen querer explicar nada de la realidad, solo la parcela de sueños y deseos de cada uno. Naturalmente esto ocurre a derecha e izquierda, arriba y abajo en grandes proporciones, a pesar de que nosotros nos fijemos en nuestra gente mas cercana, (en estos debates escritos desde y para la izquierda). Nuestros detractores creen de los que así pensamos que atacamos a la izquierda, sin aceptar que pretendemos tratar primero a este enfermo, porque a todos nos preocupa lo cercano, que es lo que nos gustaría que empezara a cambiar.

Las discusiones que olvidan que lo importante es resolver problemas pasan rápidamente a la descalificación de los no puros, o a la interpretación general y abstracta e inservible de los sucesos y procesos. La Ilustración entró poco en España y se extendió menos. La crisis ha vuelto a aflorar este magma en los medios de expresión en el que podemos ver otra vez a los que se tiran por el precipicio, aquellos que juegan a todo o nada, los que pretenden la solución global típica de los ‘revolucionarios’ o de los cristianos o musulmanes, antes que intentar resolver algo y avanzar.

En este sentido la forma de hacer política de los neocons de EEUU, como recoges en tus escritos, es muy diferente. Como dices llevan años con una misma doctrina difundiéndola por todos lados con gran fuerza, pero yo destacaría su forma de hacer política, sumando acciones en la órbita de una concepción global.

Cada presidente, puede empujar un poco el carro, pero lo verdaderamente importante es que en cada parcela de poder local, político, económico, ideológico, educativo, militar, etc. han ido sumando acciones concretas en la misma dirección, cargos ocupados, leyes nuevas o capítulos reformados, pequeños avances en la educación, en la sanidad, energía, medios de comunicación, etc. etc., un mosaico de casillas de ajedrez tomadas poco a poco que encuentran su sentido, o mejor dicho son visibles, cuando el poder central es ocupado por un presidente republicano aupado por los grupos de presión.

Esta forma de trabajar es extremadamente diferente a la de los españoles, que pretenden siempre la victoria global, tanto los de un lado como los del otro. Y claro la victoria global no se produce, ni puede producirse, y este es el elemento esencial a interiorizar para modificar actuaciones.

No es posible la victoria total de un grupo sobre los otros porque las fuerzas son muy parejas, los que están a un lado y querrían derrotar a los otros se enfrentan a los que se oponen con parecidas fuerzas. La historia ha mostrado su imposibilidad porque cada grupo fuertemente ideologizado que se plantea el asunto, sumará apoyos y oponentes a ambos lados hasta equilibrar a largo plazo la contienda.

Y lo que es peor de todo es que el mito de la victoria global y total, desarma, desanima para seguir la marcha, paraliza los esfuerzos de gente que consideran que no merece la pena apostar por las mejoras parciales. Ejemplos hay a montones, y la crisis ha puesto muchos de manifiesto, que en vez de ser abordados han sido ocultados, apartados, tapados por la llamada ‘lucha contra el sistema y el capitalismo’, mientras se producían retrocesos uno por uno, porque no merecía la pena. Mientras, 5 millones de parados esperarán años, mientras nuestra posición relativa seguirá retrocediendo empeorando nuestras condiciones de vida.

Solo modificando voluntades pueden sumarse adeptos suficientes como para influir poderosamente en los otros individuos, pero modificar voluntades con rapidez solo es posible utilizando la violencia extrema, lo cual genera un rechazo superior hasta convertirse en el peor enemigo de la idea. Este es uno de los aspectos del problema del tiempo que citas, la historia mostró muchos ejemplos de este intento de modificar rápidamente voluntades para vencer totalmente a los otros, y solo se logró el desastre enorme. Millones de muertos, para volver al punto de partida o más atrás.

La concepción ideológica individual modifica muy lentamente sus postulados, pero todos podemos influir lentamente en los demás, muy lentamente, este aspecto parece haber sido abandonado por los activistas de izquierda clásicos. El tiempo apremia porque nuestras vidas se acortan y vemos pocos cambios, así que acelerón aprovechando que hay crisis para dar un vuelco total y verlo, esto es lo que piensan los españolitos de ambos lados, pero nunca podrán derrotar totalmente a los otros.

No sería más racional plantearse, que puesto que el tiempo apremia nuestras vidas y estas se van acortando, mejor nos ponemos de acuerdo en algo que mejore o impida emporar salvajemente las condiciones de vida? Esta especie de positivismo es la esencia de la política, ponernos de acuerdo en hacer algo, implica sumar apoyos, implica reconocer que en política se actúa colectivamente, implica aceptar que los sueños de uno chocan con los de otros y con las fuerzas de los que se oponen, implica que para hacer algo (en positivo) en política hay que contar con la correlación de fuerzas.

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