jueves, 2 de diciembre de 2010

Sobre el tiempo y la historia…

Una polémica de mi amigo Pepe sobre la interpretación de acontecimientos pasados.

¡Ojo!, Fulanito, que yo no afirmo que la historia se repita, bien al contrario, sino que si se piensa que todo es igual, entonces la historia parece que se repite, y por tanto, de poco sirven los libros, el conocimiento o la investigación, porque la explicación es siempre la misma y válida para todo tiempo: el mundo evoluciona en apariencia, en sus formas, pero en el fondo permanece igual a sí mismo. Nada nuevo bajo el sol, que decía aquel Parménides, creo, frente al dialéctico Heráclito, que apuntaba que no nos bañamos dos veces en el mismo río, porque, al fluir, el agua es otra. Ahí está el quid de la cuestión, en el fluir.
Si nos olvidamos del tiempo -uno de los factores ajenos al “pensamiento” de la Iglesia católica, que se cree eterna- entenderemos pocas cosas.

La evolución humana (y la palabra tienen intención, porque evolución implica cambio) en cualquiera de sus aspectos -económica, política, jurídica, ideológica o cultural- no se entiende al margen del tiempo. No sólo porque cambian las cosas fuera de las cabezas de los humanos, sino porque cambian dentro: cambia la manera de percibirlas y de percibirse a sí mismos. Es el tiempo, que ayuda a percibir el movimiento, los cambios (aunque hay quienes se resisten a hacerlo), el que nos evita caer en la metafísica, que concibe las cosas en permanente identidad; en reposo, al menos en las cabezas.

La metafísica admite los cambios en el mundo, los cambios externos, fuera pero no dentro de las cabezas, que se siguen enfrentando a la evolución del mundo con las mismas categorías. El mundo cambia, sí; pero las cabezas de los hombres no, porque se apoyan en verdades inmutables, reveladas, que se consideran válidas desde y para siempre.

Y vuelvo a lo mismo, a la metafísica implícita que hay en ese párrafo (es decir, a la falta de movimiento, de flujo), que es una de las epidemias que sufre la izquierda, y que se manifiesta en identificar, por analogía, situaciones históricas sin ningún tipo de matiz ni explicación, como si respondieran a la misma lógica, al mismo tiempo, a las mismas situaciones, personas, gobiernos y estadios de pensamiento.

Yo no sé si la mayoría de la población mundial vive como en el año 1200, como indicas. Pero pregunto: ¿dónde?, ¿En China?, ¿En la India?, ¿En Méjico?, ¿En Francia?, ¿En Alemania?, ¿En Brasil?, ¿En África o en Europa?

A escala mundial, de momento hay un dato que parece incontestable, y es el crecimiento de la población: parece que a escala mundial los nacimientos superan a las muertes y no creo que se deba al azar. No sé si hay más comida, más salubridad, menos ganas de morirse o más ganas de procrear. Pero aparte de eso, está la interpretación de los hechos que tú haces, que no es la misma que pudiera hacerse en el año 1200. ¿A qué se atribuía el hambre en Europa, no digo ya en América o en Australia, en el año 1200? ¿O a qué se atribuía una epidemia de peste o una simple mala cosecha? Aventuro que las explicaciones serían bastante diferentes de las que damos hoy aquí.

¿Cómo se explicaba y justificaba el uso de esclavos en la Roma imperial? Me imagino que la concepción de la esclavitud que tenía Diocleciano era diferente de la que tuvo Lincoln, para el cual no había justificación posible, o de la que tenemos nosotros ahora, porque en España hubo esclavos, por lo menos, hasta el siglo XVIII. ¿Y es la misma, tu explicación? ¿Es acaso posible equiparar tu reacción ante la agresión a una mujer con la reacción de un hombre del año 1200? Es más, ¿no ha cambiado drásticamente la concepción de las mujeres que se tiene hoy, en unos pocos países desarrollados, respecto a la que se tenía, no en el año 1200, sino en 1900? Y para darse cuenta del cambio habido, no hay que irse a mirar muy lejos…

La democracia, aún imperfecta, sólo está instalada en unos cuantos países. Vale. Y en el año 1200, ¿cuánta gente pensaba que la democracia imperfecta era lo deseable y se lamentaba por su ausencia?

Dices que “la lucha entre cristianos y musulmanes era una lucha de tierras, de economía, de supervivencia; el combate de Bush contra el eje del mal me parece a mí que tiene la misma base”. ¿Tú crees? Te olvidas de lo principal: de la religión, pues estás hablando de cristianos y musulmanes. ¿Crees tú que el Corán es un tratado de economía que intentaba transformar las tribus nómadas de Arabia en un pueblo sedentario al que debía interesar la propiedad privada de la tierra?

Tierra tenían de sobra, pero creían en otras cosas y vivían de otra manera, así que era imposible que en tales condiciones pudieran pensar de la misma forma que los autores de la Ilustración escocesa. Como expresión de un modo de pensar y de actuar, además de miles de kilómetros entre los lugares donde se escribieron, hay siglos de cambios mentales entre las ideas vertidas en el Corán (y no te digo en la Biblia) y las que expuso Adam Smith en La riqueza de las naciones, que se considera el acta de nacimiento de la economía como disciplina separada de otros saberes.

¿Crees tú que la rápida expansión que, entre el año 661 y el 750, llevó a los mahometanos desde Medina hasta el sur de Francia, por occidente, y hasta la India y Cachemira, por oriente, era una cuestión de supervivencia, una simple apetencia de tierras? ¿Era una expansión económica o era la propagación del credo recién nacido? ¿Les movía la fe del converso o el cálculo de inversor? Y volvemos otra vez a lo mismo: a pensar que las tribus árabes del siglo séptimo se movían por los mismos impulsos, por la misma lógica (capitalista), que el mandatario del país más adelantado del mundo en el siglo XXI. No sólo eso, sino que un mismo fenómeno -las cruzadas como luchas de religión- produjo en los dos bandos consecuencias distintas, y en el bando cristiano, a través del comercio, acabó generando el capitalismo mercantil.

¿Ha cambiado algo bajo el sol o, bajo las apariencias, todo sigue idéntico a sí mismo? ¿Han cambiado las mentalidades? ¿Ha cambiado la forma de pensar? ¿Qué ha ocurrido con la concepción animista de la naturaleza? ¿A dónde han ido a parar las explicaciones míticas del mundo? ¿Qué ha ocurrido con las supersticiones sobre las que en buena parte se erigía la vida social? ¿Qué ha ocurrido con el papel de la religión como forma primordial de explicar el origen de la vida, de la sociedad y el destino humano? Pues, que en algunas partes del mundo, por fortuna, han ido desapareciendo o se han atemperado, porque el desarrollo del conocimiento laico, de la comprobación, del empirismo; de las ciencias; de la razón, en definitiva, ha ido desplazando a la fe, a la revelación, al pensamiento mágico en todas sus formas, del lugar preeminente que habían tenido en la configuración de las mentes.

En tu polarizada exposición evitas un elemento fundamental, que eres tú mismo. Emites un discurso, más bien apocalíptico, pero tú no apareces como cronista humano, histórico, sino como un ente atemporal sin memoria, que suelta los datos y construye las frases; omites el conocimiento adquirido desde el que tú hablas, que no es intemporal, sino que corresponde a este tiempo, a este país, a esta etapa de la humanidad, que es lo que aparece al fondo de tu posición, sin que lo adviertas, claro.

Porque toda tu crítica está realizada desde una postura que corresponde a una mentalidad de hoy, contemporánea, que, además de otros conocimientos y de un fundamento técnico bien distinto, ha asumido varias generaciones de derechos -civiles, humanos, sociales y ambientales-, cuya formulación, lejos de haber brotado de forma espontánea o de haber existido por los siglos de los siglos, ha sido un largo y trabajoso proceso mental, teórico, y también práctico, social y político, lleno de obstrucciones y de luchas, que ha ocupado a varias generaciones de personas, y cuyo ejercicio está siendo hoy largo y costoso y su extensión limitada.
José Manuel Roca.

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