sábado, 20 de noviembre de 2010

Libros prohibidos, primeros ‘70, Fuentetaja y Rastro

Las batallitas del abuelo Cebolleta. Libros en los primeros setenta.

Durante el franquismo muchas cosas estaban prohibidas, desde la falta de libertad de las mujeres para decidir sobre sus cuerpos y vidas, que incluso necesitaban de autorizaciones maritales para abrir negocios o aperturas de cuentas corrientes bancarias, pasando por las prohibiciones de hablar libremente, escribir o publicar, en medios de prensa o radios.

Ni que decir tiene que el mundo de la cultura tenía una losa encima en forma de censores, individuos que revisaban antes de hacerse público, los libros, los guiones de películas, obras de teatro, etc.

Las mayores prohibiciones eran aquellas que afectaran a la política e ideología contrarias o distintas al régimen franquista, y que pudieran fomentar agrupamientos colectivos, que eran todas las ideologías, socialismo, comunismo, anarquismo, cristianismo (en su vertiente Concilio Vaticano II), democratismo, liberalismo, y todos los ismos que se quieran salvo fascismo y nacionalcatolicismo, que eran los ismos donde se metían los ganadores de la guerra y postguerra.

Con este panorama, los libros eran vitales para subsistir, para beber otras aguas que suministraran otras visiones posibles de la vida. Por los primeros setenta mi suministro de libros prohibidos mayoritariamente políticos, tenía dos fuentes de suministro principal: El Rastro y Fuentetaja.

Al principio de los setenta, vivíamos en la calle Rodas, una de las calles del Rastro. El mundillo político te facilitaba informaciones y localizaciones y por el Rastro había gente andante que vendía libros prohibidos, al poco llegué hasta la esquina de abajo de la plaza del Campillo Mundo Nuevo. Había un puesto que tenía libros, permitidos, pero rojos, después de varias compras y parlucheos, que permitieron aumentar la confianza del vendedor, éste ofrecía una novedad no expuesta, que tenía en una caja. Y así hasta conseguir que me llevara a la furgoneta aparcada por las callejuelas, y abrir el tesoro de Ruedo Ibérico.

Por aquellos años yo llevaba una biblioteca en mi trabajo, en la cual metía libros legales, of course, evidentemente con un tinte progresista. La relación comercial de compra la establecí con una librería famosa en esos años, en los anteriores y en los posteriores, Fuentetaja. Jesús, Ayuso, con su enorme simpatía me ayudaba a elegir, me mostraba novedades y entre mis cafés y sus poleos que tomábamos en la cafetería de enfrente, hablábamos de los otros libros prohibidos, de los cuales me facilitaba novedades, generalmente vinculadas con editoriales sudamericanas (para mi uso particular no para la biblioteca).

Aquellos hombres fueron muy importantes para muchos españolitos que vivíamos en un país plagado de prohibiciones, lo fueron para mi formación y les guardo un grato recuerdo y admiración, porque mostraban socialmente que cada persona en su medio, en su entorno, en cualquier circunstancia puede hacer siempre cosas comprometidas que acerquen a la libertad, justicia, e igualdad.

PD.1-Recordar que casi todo lo prohibido en España, tenía libertad de uso y circulación en el resto de países europeos vecinos, aquellos lodos, mostraban a una generación la clara diferencia entre la burguesía española y la burguesía europea, que luego cada uno interpretaba a su manera, pero que todos coincidíamos en resaltar. Esas diferencias han pesado siempre como una losa en la sociedad española.

PD.2-En mi vida solo he visto durante un corto tiempo, como la parte de burguesía española democrática y europeísta consiguió liderar al resto de la derecha, para junto con las izquierdas conseguir durante la Transición la España democrática que conocemos. Hoy esa derecha vuelve a estar desaparecida y dominada por la derechona.

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