viernes, 2 de julio de 2010

Testimonio Manuel Tapial. 4

(Mi testimonio II) (4) Ataque a la Flotilla de la libertad, un ataque contra toda la humanidad
- Beer Shiva

En Ashdot me introdujeron en un autobús de prisioneros junto con otros veinte compañeros mas o menos. Era de noche por lo que no pudimos ver absolutamente nada del exterior.
Tras varias horas llegamos a la prisión y de manera separada nos fueron metiendo en módulos. Yo compartía módulo con otros 60 compañeros mas o menos de diferentes nacionalidades.

Le pregunte a uno de los policías que nos guardaban por David y por Laura sin obtener respuesta alguna. Llevaba sin saber de Laura desde que nos separaron en el barco en función del genero y estaba preocupado por el trato que la habían podido dispensar.

En la prisión pasaba el tiempo muy lento. Comencé a sentir claustrofobia y decidí ponerme a caminar haciendo círculos alrededor de los limites que las propias puertas de las celdas delimitaban en el módulo. No puedo decir cuantas vueltas dí pero fueron miles ya que solo me senté para comer un plato de arroz con un trozo de pescado que nos dieron y para atender al representante de la Embajada de España que me vino a visitar ese mismo día por la tarde.

En un momento, se formo una larga cola de turcos esperando a llamar por teléfono por lo que entendí que podríamos llamar a nuestros familiares y me coloqué el último de la fila. Cuando llegó mi turno, el oficial que iba dando paso uno tras otro a los que componíamos la fila, me dijo que yo no podía llamar, que solo los turcos estaban autorizados por lo que me indigne y le dije que no había podido hablar con mis familiares y que ellos tenían derecho a saber de mi. Insistí en mi derecho de hacer una llamada (desconocía si tenía ese derecho pero consideraba importante que mis familiares me pudieran escuchar y que supieran que estaba bien) y vino quién debía de ser uno de los responsables que se dedicaban a interrogar a la gente y chillándome me dijo que el único que podía exigir algo era él y que o me callaba o mis padres nunca sabrían de mi. Ante esta amenaza decidí volver a ponerme a dar vueltas por el módulo con una honda preocupación.

A las 21h de esa noche nos encerraron en las celdas. La que yo ocupaba, la compartía con un compañero turco con el que no me podía comunicar.

Estuvimos encerrados hasta las 02.30h. que nos despertaron y nos hicieron salir de las celdas con la idea de que íbamos a ser liberados todos juntos en pocos minutos. Esos pocos minutos se convirtieron en mas de 15 horas de espera en los que como el día anterior, gaste dándome una ducha con agua fría (no había agua caliente donde nos alojábamos) y caminando de manera circular en los diferentes módulos en los que nos alojaron.

Durante ese tiempo de espera nos fueron cambiando de módulos según iban sacando a gente de la cárcel y en uno de ellos fui apartado del grupo por varias personas que vestían de civil y llevado a otro módulo a parte donde fui interrogado. Pregunte a estas personas si alguna de ellas era abogado a lo que me respondieron que no. Durante algo mas de una hora (o eso me pareció), fui interrogado sobre mis relaciones con IHH, en Líbano y en Siria sin responder a sus preguntas. Fui interrogado en castellano (con acento argentino).

Tras este mal rato me volvieron a llevar al módulo del que me habían sacado junto con el resto de compañeros. Nos volvieron a cambiar de lugar juntándonos con otros compañeros, los que seríamos los últimos en abandonar la prisión de Beer Shiva.

En el último grupo en salir, en el que me encontraba, figuraba el presidente de la ONG turca IHH. Nos sacaron del módulo en fila de a uno dirección a la puerta de salida en donde nos subiríamos a un autobús con destino al aeropuerto de Ben Gurion. Uno a uno fuimos llamados y escoltados hasta el bus en donde tomamos asiento hasta que nos dimos cuenta que la policía de la prisión intentaba dejar dentro de ella a Bülant Yildirim, el presidente de la ONG turca IHH. Inmediatamente intentamos salir del bus para llamar la atención de los representantes consulares que se encontraban en la prisión con gritos de auxilio y un equipo de policías antidisturbios intentaba reprimirnos. En pocos minutos y ante el aumento de la tensión, Bülant Yildirim fue liberado y subido a nuestro bus.

El bus era un bus común que permitia ver por las ventanas el paisaje que rodeaba la prisión; un amplio desierto con tiendas de beduinos, camellos y chabolas en su alrededor. Tardamos cerca de dos horas en llegar al aeropuerto de Ben Gurion en donde en su exterior se acumulaban decenas de cámaras de TV recogiendo nuestra llegada.

- La despedida

El llegar a Ben Gurion no significaba bajar de los autobuses. Serían alrededor de las 15.30h cuando llegamos ya que me llamo la atención ver a Oscar Mijallo desde el autobús (el corresponsal de TVE) haciendo lo que parecía una conexión en directo para el telediario. Durante algo mas de dos horas estuvimos esperando poder bajar y entrar dentro del aeropuerto.

Tras una larga espera, uno a uno nos iban bajando del autobús y poniéndonos en fila de a uno hasta que se sumaban diez personas. A partir de ahí, nos hacían subir por unas escaleras hasta una sala que parecía cerrada unicamente para nosotros, sin otro tipo de viajeros. Al subir las escaleras pude a ver a Ann Wright junto con otros internacionales que nos recibieron con aplausos.

Los soldados que nos custodiaban nos sentaron en una fila de sillas frente a una mesa de mas de ocho metros de largo que acumulaba grandes tacos de papel y unos sobres trasparentes que guardaban nuestros pasaportes. Al llegar a esta sala pude apreciar unas dosis importantes de tensión y rapidamente me di cuenta de que faltaban compañeros, entre ellos Bülant Yildirim. Pregunte a un compañero palestino que tenía al lado que sucedía y me comento que habían metido al presidente de IHH en una sala entre varias personas vestidas de civil y que pretendían que saliéramos todos en dirección Turquía y quedarse con él. esta situación provoco que nadie de los que allí estábamos firmásemos nada y en un momento, llegaron varios soldados y muchas personas vestidas de civil y comenzaron a pegar a la gente con palos de madera maciza, con patadas y puñetazos.

A mi me tiraron al suelo y dos personas vestidas de civil me agarraban del cuello mientras yo mantenía las manos en alto queriendo decir que no estaba haciendo nada. Desde suelo puede ver como a un activista irlandes que tenía la misma actitud que yo le abrieron la cabeza de un golpe y chorreaba abundante sangre por su cara. A otro activista que estaba tirado en el suelo, le dieron múltiples patadas y puñetazos lo que le provoco tener un ojo morado y grandes gritos de dolor. A un compañero turco le arrinconaron entre cinco personas vestidas de civil en un rincón y le colocaron unas bridas en sus manos en la parte posterior del cuerpo mientras era apuntado en su cabeza con una metralleta por un soldado con la cabeza cubierta y era agredido brutalmente con patadas en su estomago.

Esta situación duro poco mas de 15 minutos. Tras ello nos obligaron a firmar un papel en ingles que decía que aceptábamos nuestra deportación inmediata y hacía referencia a diferentes artículos del código legal israelí que nadie nos explico. A aquellas personas que se negaban a firmar tras la violencia vivida, eran forzadas siendo cogidas del pelo y de los brazos de manera muy violenta. Yo firme ese papel y fui dirigido a la parte en la que se encontraban las compañeras americanas, tras pasar por un control de pasaportes en donde se me devolvió el mío. Me hicieron bajar unas escaleras y me metieron en un coche de policía que me dirigió a un avión de Turkish Airlines donde acabo mi odisea y me reencontré con Laura y David.

En el avión esperamos varias horas hasta que pudo salir dirección a Estambul.

Nuestro material; cámaras, ordenadores, cintas con el material recogido así como la ropa, sacos de dormir y cerca de 600 euros que teníamos en las mochilas, fue robado por el ejército israelí.

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