sábado, 3 de julio de 2010

La democracia se instala. Dinámica centralista autonomista

3. LA DEMOCRACIA SE INSTALA EN ESPAÑA Y CATALUÑA


La singularidad de la nación catalana, la cual tiene su propio ámbito territorial, se fundamenta en la voluntad colectiva de ser, su identidad cultural y el catalán como lengua común de nuestro país. 
Asamblea Nacional Catalana


Dinámica centralista-autonomista en el nuevo Estado

A finales del franquismo estaba claro para amplios sectores de población la necesidad de una descentralización, acercar las decisiones a la ciudadanía, mayor poder a lo local, y regional, que permitiera desarrollos mas armónicos y equilibrados, pero no existía conciencia nacional en las reivindicaciones salvo en Cataluña, y País Vasco en menor medida, aunque mayor violencia. En todo caso las luchas en esos territorios lograron estatutos con la mirada puesta en los anteriores de 1932 y 1936, los nuevos no fueron inferiores en derechos a los referentes, y en aquellos momentos parecían colmar las aspiraciones mayoritarias de sus pueblos y representantes políticos.

Las luchas desarrolladas lo serán masivamente contra la dictadura, genéricamente, por la democracia la mayoría de ellas, por la revolución algunas pocas –otra cuestión es qué revolución tenía cada cual en la cabeza-. Las luchas, mayoritariamente no eran por una República Federal, ni siquiera por un Estado de las autonomías como quedó, aquellas movilizaciones tenían mucho de anti-represivas, anti-dictadura, por la mejora de condiciones de vida y trabajo, mejoras en los barrios, construcción de escuelas y ambulatorios, dotación de servicios de transportes, asfaltado y parques, derechos laborales, libertad sindical y política, libertad de organización, manifestación y expresión, luchas feministas, divorcio, aborto, derechos para las mujeres en plano de igualdad laboral y jurídica, contratar, abrir cuentas, crear empresas...

Nadie puede explicar razonablemente la existencia de todas las autonomías actuales, algunas como Asturias, Cantabria, La Rioja, tan extremas en población y territorio con el resto, o la propia creación autonómica de Madrid. La descentralización a lo municipal quedó pronto atascada, tarea pendiente, incluso de definir la dimensión qué debería tener lo local para ser eficaz, o sostenible diríamos hoy -8.118 ayuntamientos no parece que sea sostenible, más de la mitad de los cuales tienen menos de 1.000 habitantes, solo hay 400 por encima de 20.000 habitantes, cifra que consideran muchos urbanistas como adecuada para dar vida propia sostenible a una ciudad-. El empuje regionalista centró todas las fuerzas contra el centralismo.

Existía una conciencia antiespañola generada por la carcunda, el carnet de español, la historia, los símbolos, se los apropiaron los ganadores de la guerra y larga postguerra, lo cual generó un amplio sentimiento de rechazo a los mismos. Eran los costes de una política de exclusión, más de la mitad de los españoles habían sido excluidos de una empresa común, de una historia común. Éramos apátridas, no sentíamos como propia la historia que nos habían contado y no se defendía lo nacional opuesto a los nacionalismos periféricos, aquella imagen española no era defendible -es un problema irresuelto hoy día- la palabra España era impronunciable como nación de los españoles, las reminiscencias franquistas la dotaban de un contenido no aceptado, Estado español era el término utilizado en revistas y escritos para encajar las naciones que lo conformaban. La paradoja era que muchas personas en ámbitos no derechistas, sin dar partida de nacimiento a la nación española, reconocían la nación catalana, la vasca, la gallega… esta dinámica continuará y hoy muchos individuos negarán la existencia de las naciones hasta el XIX, pero aceptarán sin pestañear los postulados secesionistas que se refieren a la independencia nacional. Todo se mezclará y así parecerá que España no hubiera existido nunca como colectivo social, al tiempo que se le opone la existencia de Cataluña, mientras tanto los extranjeros verán preferentemente España, y serán visibles señas de identidad y marcas españolas por Europa y América, desde el siglo XV.

En aquellos años, surgieron regionalismos por todas partes, todos querían independizarse de España como si ésta fuera un invento de Franco. Apoyados en grandes movilizaciones obreras, estudiantiles y de barrios, élites territoriales, empresarios regionales y políticos locales vieron la posibilidad de ocupar parcelas de poder, por lo que fueron colando sentimientos nacionalistas donde no los había y España se llenó de ellos, apoyados por partidos con miedo a quedar marginados de aquellas mareas, incluidos algunos de extrema izquierda –no todos, el marxismo no potenciaba aquellas historias-. Las elecciones fueron cribando fuerzas desde el principio, manteniendo en País Vasco y Cataluña un cierto peso los partidos nacionalistas moderados, Galicia un poco menos y prácticamente inexistentes en el resto, aunque aumentaron con el paso del tiempo los sentimientos autonomistas en todas partes, creándose la figura de los barones regionales en todos los partidos. El caso es que durante todo este tiempo nos hemos dedicado a crear sentimientos locales, y seguimos sin tener una historia de la historia colectiva, un relato aceptado mayoritariamente por los españoles, con el cual podamos sentirnos orgullosos, al menos, cómodos, y susceptible de enfrentar a los discursos periféricos y localistas, para lo cual debe ser suficientemente fuerte y popular. En 1988 Francisco Alvira Martín y José García López publicaron ‘Los españoles y las Autonomías’ en Papeles de Economía Española, FIES 35/1988 que recoge estudios sobre el tema, y del que publican los siguientes datos:

Los cuadros sintetizan la evolución del conflicto centralismo-autonomismo entre 1987-1976, 10 años de transición, en cuanto a Evolución de aspiraciones políticas regionalistas,  destacan Cataluña y País Vasco sobre el resto en valores muy superiores a la media, interesante ver la evolución al alza de todas las reflejadas, menos Galicia, a destacar por ser el motivo de este trabajo Cataluña, quien parece que en aquellos momentos se colmaban sus aspiraciones con el Estatuto de 1976 y la subida del País Vasco y posterior retroceso. En general había aspiraciones descentralizadoras aunque no interpretadas como autonomistas, tendencias ambas en dirección opuesta que se irán consolidando con el tiempo, con mayor caída del centralismo que aumento del autonomismo. A destacar en el caso catalán, los valores de independencia entre el 6% y 15%, como más alto de la década, sensiblemente inferiores a los mostrados por los defensores del centralismo.




                                      
Seguimos sin tener claro qué tipo de estado resolvería mejor nuestros problemas, por la diversidad de intereses cruzados, en el que sería insensato pensar que predominan mayoritariamente los independentistas. En aquellos momentos todo parecía más difícil, y se consiguió una solución que funcionó 35 años, sin tener la experiencia del desarrollo autonómico que hoy tenemos para poder juzgarlo, sabemos que no fue desarrollado todo lo que podría haber sido, por ejemplo, el Senado era una necesidad. Hoy debería ser más sencillo que entonces encontrar salidas, que para ser posibles y efectivas deberían sumar amplios consensos, lo cual implica ceder por todas partes. Del estudio citado anteriormente dos aspectos que destacan en las comunidades autonomistas; uno, el previsible aumento de sentimientos nacionalistas apoyado en el refuerzo de las señas de identidad, y dos, que País Vasco y Cataluña, tienen muy alta proporción de residentes procedentes de otras regiones, 47% y 40% respectivamente, -Madrid 56%-, por las migraciones de décadas anteriores -y protagonistas del desarrollo de las mismas- lo cual acrecienta la posibilidad de rupturas internas en procesos secesionistas con pueblos tan heterogéneos.

Existen tendencias descalificadoras de la Transición, arropadas en los errores, el desgaste producido y la grave crisis política y económica, a cada individuo le parecen la justificación a las ideas que soñara o defendiera en la juventud y que nunca llegaron a plasmarse en realidades, entre otras razones por ser rechazadas en su momento por amplias mayorías de ciudadanos. Sería insensato pretender que todas las posturas estuvieran unidas en torno a objetivos comunes, las desavenencias lo son por múltiples motivos en múltiples grupos de intereses contrapuestos, así lo que unos quisieran mas centralizado otros lo quisieran con mayor autonomía o independiente, lo que unos quisieran rojo, otros más azul, las diversas fuerzas existentes no consiguen suficientes voluntades como para imponer su criterio anulando el resto.

En el tema autonómico, muchas cosas fueron construidas sin planes precisos, quienes lo tenían más claro eran los vascos y catalanes, miraban a la situación de la República, la reivindicación catalana fue el Estatuto del 32. La situación ahora, con los logros del actual Estatuto mejoran aquella referencia, pero otra vez los cambios en la correlación de fuerzas lo orillan como inservible, respecto al conjunto autonómico hay enormes cambios respecto a los ideales recogidos en primitivos documentos y congresos de todos los partidos, las prisas y la variante modificación de fuerzas provocadas por los movimientos sociales determinaron el resultado. La construcción de la democracia y la integración europea ajustaron aquel Estado, que hoy se desajusta por la crisis que está provocando  el desvanecimiento de la democracia representativa. No es tanto un problema ideológico, o de proyectos ideales, ni siquiera de estrategias de largo plazo, sino un problema de funcionamiento, de ley electoral y partidos y de justicia rápida, que permitieran abordar los problemas con otros mimbres.

Los cambios profundos solo serán posibles con amplias mayorías que los sustenten, lo cual es dificilísimo en un país tan diverso y plural como éste, cuya mayor fuerza aproximadamente un tercio, lo representaría tanto en fuerza como en poder electoral en la medida que lo concentra la derecha del PP, puede contener dentro desde opciones de extrema derecha, pasando por la derechona, hasta llegar a los conservadores homologables con derechas europeas y cercanos al centro. Un tercio lo representarían las fuerzas de izquierdas, rojas, verdes, malvas, ácratas, abstencionistas, y nunca con esa fuerza electoral debido a su dispersión. El otro tercio puede estar entre todos los nacionalismos periféricos, nada que ver unos con otros. El problema como siempre será pensar en lo que usted quiere y considerar lo que quiere el resto.

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‘’Que la mayor parte de todas esas tradiciones ancestrales fueran inventadas, como en el resto de Europa, hacia la segunda mitad del siglo XIX, cuando no ya bien entrado el XX, no tiene ninguna importancia. Lo que algún historiador llama ‘el envejecimiento del presente’ responde a una idea halagadora del tiempo que permite sufrir siempre como recién recibidos agravios que, si fueron ciertos, los padecieron otros hace siglos: pero también celebrar como propios, y envanecerse de ellos, logros o aciertos de desconocidos que llevan muertos miles de años, y que sin embargo forman parte de ese nosotros entre publicitario y místico del narcisismo colectivo. ’’


Antonio Muñoz Molina ‘Todo lo que era sólido’ Seix Barral.

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