miércoles, 2 de junio de 2010

Israel a la Corte Penal Internacional

Hay que llevar a Israel a la Corte Penal Internacional, nadie en este mundo debe tener impunidad para mediante las armas asaltar barcos desarmados en aguas internacionales y secuestrar a sus pasajeros llevándoselos a otro país. Pues eso ha ocurrido. Quizás haya sido la primera vez que gran parte de la prensa israelí haya criticado duramente al gobierno por actos de guerra.
avaaz. org, firmas

ÉXODOS. José M. Roca
En 1958, el novelista León Uris, hijo de polacos judíos emigrados a EE.UU., escribió, tras una estancia en Israel, el relato de un episodio de 1947 acaecido frente al puerto de Haifa. El libro –Exodus (Éxodo, en la edición española)- alcanzó un inmediato éxito de ventas y fue llevado a la pantalla en 1960, por Otto Preminger, con guión del propio Uris y de Dalton Trumbo. Ambos, libro y película, contribuyeron a popularizar la causa (y los mitos) del moderno estado de Israel.
El “SS Exodus”, fue el antiguo paquebote “President Garfield”, utilizado por EE.UU. durante la IIª Guerra mundial, que, en 1946, fue adquirido a través de intermediarios por el grupo paramilitar sionista Haganá (origen del futuro ejército israelí), con el fin de trasladar judíos europeos a Palestina, entonces bajo protectorado británico. El 11 de julio de 1947, zarpó del sur de Francia con 4.500 personas a bordo, con el propósito de arribar al puerto de Haifa el día 18, pero, cuando se hallaba a 40 kms de su destino, fue abordado por tropas británicas procedentes del crucero “Ajax” (superviviente de la batalla del Río de la Plata), que causaron tres muertos y varios heridos antes de hacerse con el control del buque.
En el convulso mundo de posguerra, el incidente provocó un conflicto internacional que requirió la intervención de la ONU, pero sirvió para extender la simpatía hacia los supervivientes del holocausto y aumentar el número de partidarios de fundar el estado de Israel. Sin embargo, los viajeros del “Exodus” no lograron desembarcar en Haifa y fueron devueltos a Europa. Muchos de ellos intentaron, por diversos medios, llegar a Palestina pero fueron interceptados y confinados en Chipre bajo vigilancia británica. Sólo llegaron a Palestina en 1949, tras la proclamación del estado de Israel en 1948. Entonces comenzó el éxodo de los que habían vivido allí, pues Palestina no era una tierra sin habitantes, como afirmaba la propaganda sionista –los judíos son un pueblo sin tierra y Palestina es una tierra sin pueblo-, sino habitada desde hacía milenios por antiguos vecinos y ocasionales adversarios de los históricos israelitas, los filistin, denostados filisteos de la Biblia, cuyos descendientes no tenían nada que ver en el holocausto ni con la vesanía de los nazis, pero sobre los que recayó el peso de pagar la elevada factura con que los europeos quisieron lavar su mala conciencia, por no haber querido parar antes los pies a Adolfo Hitler.
Los palestinos, perseguidos de forma implacable por grupos terroristas judíos antes de la proclamación unilateral del estado de Israel en mayo de 1948, pasaron de hallarse bajo protectorado británico a ser exiliados u ocupados en su tierra por gentes llegadas de todo el mundo, cuyo único lazo de unión era la religión, ni siquiera el idioma, y la posibilidad de empezar una nueva vida a expensas de la de otros, que no se habían movido del sitio en milenios. Desde entonces ese acoso no ha cesado y la situación de los palestinos ha ido empeorando con el tiempo, especialmente en los últimos años, cuando con el apoyo de los gobiernos conservadores norteamericanos, la extrema derecha religiosa y el ejército han introducido en la población israelí la intolerancia y el criterio militar como patrones de vida y han socavado el régimen democrático instaurando de hecho una teocracia militar que no admite ningún desafío, pues eso es lo que suponía esa flotilla de 6 barcos que, emulando al “SS Exodus”, pretendía romper el cerco de Gaza y llevar a los sitiados 10.000 toneladas de ayuda humanitaria.
La respuesta del Gobierno de Netanyahu ha sido la habitual, brutal y desproporcionada, como si se enfrentara a los nazis: en un acto de piratería, los comandos del Tsahal han asaltado los barcos, han producido una decena de muertos y bastantes heridos y han secuestrado a todos los civiles que viajaban en ellos. Para sentirse agredido, el ejército israelí, uno de los más poderosos y sofisticados del mundo, ha tenido que desplazarse mar adentro, a 70 millas náuticas de la costa, sobrepasando las 20 millas de aguas territoriales que Israel considera “suyas” pero que están frente a las costas palestinas de Gaza, y enfrentarse a una tropa de activistas civiles desarmados, diputados e intelectuales de varios países. Gente peligrosa sin duda, porque les da por pensar y actuar contra los imperiales designios de Israel.
Además de las declaraciones oficiales de condena, hay que empezar a privar a Israel del trato de privilegio que la Unión Europea le dispensa y a imponer sanciones, que, como es natural no contarán con el apoyo norteamericano, pero eso se da por descontado. Pero los palestinos, además de ayuda humanitaria inmediata, necesitan propagar mejor su causa y que alguien que sepa haga una buena película sobre este trágico episodio.



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