miércoles, 13 de enero de 2010

La creación. Y la dificultad de escribir.

La sección que faltaba por abrir la inauguro hoy trasladando unas ideas de mi amigo Pepe, sobre la creación, la investigación y la dificultad de poner negro sobre blanco las ideas. Dice mi amigo...

¡Qué jodío! Enfermedad mental...Lo que describes no es nada más que el estado normal de todas las mentes: llenadas a base de recuerdos, lecturas, ideas sueltas, ideas ordenadas, fechas, conceptos, imágenes, símbolos, sistemas, certezas, intuiciones, impresiones, prejuicios, dudas... es decir el caos.

La creación es la consecuencia de poner un poco de orden en el caos y formalizar pequeños cosmos sobre algunas cosas: un comentario de una página, una columna o un artículo son, cuando están bien hechos (lo que no siempre se logra), pequeñas series de ideas organizadas, que describen de forma coherente algún aspecto de la realidad.

Te alargo una frase de una carta del Ché a Charles Bettelheim, con la que yo empezaba la tesis doctoral y que incorporé a los seminarios sobre metodología de la facultad, decía: "Un poco más avanzado que el caos, tal vez en el primero o en el segundo día de la creación, tengo un mundo de ideas que chocan, se entrecruzan y, a veces, se organizan. Me gustaría agregarlas a nuestro mutuo material polémico."

Es decir, el Ché no aporta verdades, teoría, sino ideas y dudas, y espera, como buen Socrático o dialéctico, que de la discusión con Bettelheim vaya saliendo la luz (como buen seguidor de la Ilustración).

Caos/cosmos. Basta recordar las reflexiones de Marx sobre su trabajo, la explicación sobre ‘La ideología alemana’, escrita (sólo) para aclararse y dejada luego a la crítica de los ratones, los ‘Manuscritos de París’, ‘los Grundrisse’, ‘la Introducción a la Crítica de la Economía política’, las sucesivas reordenaciones de ‘El Capital’, etc. y otros valiosos trabajos previos de investigación, que son tanteos, ordenación, (e imprescindibles), antes de la redacción final, que no son más que eso: poner orden en el caos.
La investigación ha de tender a asimilarse en detalle a la materia investigada, a analizar sus diversas formas de desarrollo y a descubrir sus nexos internos. Sólo después de coronada esta labor, puede el investigador proceder a exponer adecuadamente el movimiento real. Y si sabe hacerlo y consigue reflejar idealmente en la exposición la vida de la materia, cabe siempre la posibilidad de que se tenga la impresión de estar ante una construcción.

Marx,Carlos. 1958: El Capital, Postfacio a la segunda edición, Méjico, FCE, 1946, 5ª ed., tomo I, p. XXIII.

También Montequieu tenía sus problemillas: ‘He empezado muchas veces esta obra para abandonarla después; he lanzado mil veces al viento las hojas que ya tenía escritas; sentía caer todos los días las manos paternas; perseguía mi objeto sin formarme un plan; no conocía aún las reglas ni las excepciones; encontraba la verdad y la perdía al momento. Pero cuando descubrí mis principios, todo lo que andaba buscando vino a mí y durante veinte años he visto cómo mi obra empezaba, crecía, avanzaba y concluía.’

Montesquieu, C.L. de Secondat, barón De (1984): Del espíritu de las leyes, Prefacio, Barcelona, Orbis.

También el historiador Carr los tenía: ‘ En lo que a mí respecta, no bien llevo algún tiempo investigando las que me parecen fuentes capitales, el empuje se hace demasiado violento y me pongo a escribir, no forzosamente por el principio, sino por alguna parte, por cualquiera. Luego leer y escribir van juntos. Añado, suprimo, doy nueva forma, conforme voy leyendo. La lectura viene guiada, dirigida, fecundada por la escritura; cuanto más escribo, más sé lo que voy buscando, mejor comprendo el significado de lo que hallo.’

Carr, E. H. (1961): ¿Qué es la historia?, Barcelona, Seix Barral.

También una cita interesante de Julián Marías: ‘Cuando se piensa en serio, pronto se cae en la cuenta de que no se ha alcanzado más que una nebulosa, dentro de la cual se empieza a estar orientado pero nada más. Cuando eso se expresa en palabras y frases coherentes, tras un esfuerzo de imprevisible magnitud, las cosas empiezan a aclararse, se va tomando posesión de una todavía parcial certidumbre. Solamente cuando se escribe se llega a un verdadero pensamiento...’ (Julián Marías, “Entender y no entender”, diario ABC, 6 enero, 1994, p. 3).

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